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El nuevo “camarada”

Vieira White era intelectual destacado, de comportamiento social intachable, pero siempre que se presentaba una alteración del orden público al primero que le echaba mano la Policía era a él.

20 de septiembre de 2017 Por: Jorge Restrepo Potes

Gilberto Vieira White, pariente próximo de mi padre por el segundo apellido británico de ambos, y hermano de Maruja, cifra alta de la poesía nacional, fue por 44 años Secretario General del Partido Comunista Colombiano, en el siglo pasado, cuando pertenecer a esa colectividad era tan mal visto por sus compatriotas porque esa doctrina aterrorizaba a las élites criollas, tanto liberales como conservadoras, que veían en ella el germen de la extensión en nuestro territorio de la Unión Soviética, que se quedó con la mitad de Europa al concluir la II Guerra Mundial.

Vieira White era intelectual destacado, de comportamiento social intachable, pero siempre que se presentaba una alteración del orden público al primero que le echaba mano la Policía era a él, a pesar de no tener nada que ver con el incidente. Una vez le oí decir que cargaba cepillo de dientes en el bolsillo para usarlo en los reiterados carcelazos.

Al “comunismo internacional” le atribuían todos los males del país en aquella época, particularmente bajo los regímenes de derecha. Lo primero que hizo el gobierno de Ospina Pérez tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán fue romper relaciones diplomáticas con Moscú pues sindicó a los “camaradas” del crimen y especialmente de la reacción que produjo la muerte del líder liberal el 9 de abril de 1948. Esas relaciones se reiniciaron años después, pero los fantasmas bolcheviques seguían flotando sobre la geografía criolla, hasta que cayó el Muro de Berlín y se liquidó la Urss en 1991, gracias a Mijaíl Gorbachov que convenció a su pueblo de que el sistema había hecho crisis y que la nueva Rusia debía acoger el capitalismo.

Como Colombia es país de cosas singulares, cuando el comunismo es idea política en extinción porque ni China ni Cuba respetan sus postulados al pie de la letra, aquí hemos revivido el miedo y llegado al ridículo de ciertas personas, por lo general las que votaron No al plebiscito, de afirmar que Juan Manuel Santos es el artífice de la entrega del país al ‘castrochavismo’, y lo más atroz que he oído en mi vida, que el papa Francisco, vicario de Cristo en la Tierra, sucesor de San Pedro, es tan comunista, no ya como Gilberto Vieira sino como el peor de los que triunfaron en la Revolución de Octubre, algo así parecido a Lenin y a Stalin, un despreciable izquierdista que vino a Colombia a apoyar el marxista proceso de paz con las Farc.

Supongo que al autor de esta nota lo matriculan en el “castrochavismo” por haber sido defensor del Acuerdo de La Habana, y por sentirme satisfecho de ver a mi patria libre de ese conflicto de 53 años que produjo más de 8 millones de víctimas. No me importa el calificativo porque tal conducta la ordenó mi conciencia. Y hoy, con un amor profundo por el papa Francisco, declaro bajo la gravedad del juramento que si el ilustre pontífice es comunista, yo ingreso bajo su dirección a esas filas, en la seguridad de que a su lado sentiré que sigo las instrucciones de Jesucristo, que nos enseñó a vivir en paz con nuestros semejantes.

Nunca habían sido más firmes mis creencias religiosas que en esta oportunidad cuando el argentino universal trajo el mensaje de paz a nuestro sufrido país, y no puedo creer que los millones de colombianos que asistieron a los actos litúrgicos presididos por el Papa, hayan visto en él el “antipapa”, insulto que lanzó una congresista de Uribe, seguramente queriendo decir anticristo. !Qué horror¡

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