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El gran inquisidor

Causa desasosiego saber que hay colombianos con tanta iracundia, como Alejandro...

19 de diciembre de 2013 Por: Jorge Restrepo Potes

Causa desasosiego saber que hay colombianos con tanta iracundia, como Alejandro Ordóñez Maldonado, procurador General de la Nación, al que unos senadores insensatos entre los que hubo liberales, conservadores y el mismísimo Gustavo Petro, pusieron en sus manos la cabeza del Ministerio Público, que no es un cargo cualquiera sino el defensor supremo de los intereses ciudadanos en cuanto se trata de la vigilancia y sanción de los funcionarios públicos que se aparten del cumplimiento estricto de la ley.Lo grave es que quienes votaron a Ordóñez tenían pleno conocimiento de los antecedentes del elegido. Como dicen los penalistas, obraron con el elemento “a sabiendas”, pues todos estábamos enterados de que es un fundamentalista idéntico a los ayatolás iraníes, que en Bucaramanga siendo juez patrocinó la quema de libros “herejes”, y, lo que es peor, que en su tesis de grado de abogado escribió, al mejor estilo de monseñor Ezequiel Moreno, obispo de Pasto a comienzos del Siglo XX, que el Partido Liberal es una colectividad maligna a la que había que combatir.Mis copartidarios deben estar arrepentidos de los votos que depositaron por este Torquemada redivivo pues entregaron la Procuraduría a un fanático que cree que todo lo puede porque se siente respaldado por Dios y la Virgen María.Ordóñez puede profesar la creencia religiosa que quiera. Está en su derecho. Pero lo que no puede ignorar, por más procurador que sea, es que Colombia, por definición constitucional, es un Estado laico en el que todos los credos son admitidos y gozan de los mismos derechos.Su posición absurda contra el aborto, en los casos específicamente señalados por la Corte Constitucional: violación, malformación del feto y riesgo de muerte de la madre, es un rezago de las épocas oscuras de la humanidad como cuando se marcaban con tinta indeleble las frentes de las adúlteras. Las mujeres son dueñas de sus cuerpos, y en esas tres circunstancias no tiene por qué un hombre salido de la caverna de la Edad Media tomar partido si la interrupción médica del embarazo hiere su sensibilidad monacal.Colombia es desdichada por tener su ministerio público en poder de alguien como el señor Ordóñez, y debe el Congreso proceder a tramitar reforma constitucional que le quite al procurador -cualquiera que sea- la facultad omnímoda de destituir a quien le venga en gana, más si se trata de funcionario situado en orilla opuesta a la de su derecha extrema, que haya sido elegido popularmente. Mal mensaje se envía a la mesa de La Habana pues la destitución de Petro, a mi juicio exagerada, y su inhabilidad para ejercer cargos públicos por 15 años, más parece venganza que aplicación de normas legales. Eso mismo sucedió con la sanción que le impuso a Piedad Córdoba, y la destitución de Gerardo Hernández es infame.Pero en donde el sesgo de Ordóñez aparece de bulto es en el viaje que hizo a La Haya, no sé si con viáticos oficiales, a incitar a la Corte Penal Internacional para que obstaculice lo que resulte de las conversaciones de paz en Cuba porque desde ahora, con prejuzgamiento muy suyo, manifiesta que de allá saldrá impunidad atroz para los guerrilleros, una vez desmovilizados.Eso es lo que en Tuluá llamamos “sapo”, en este caso de descomunales proporciones, que me hace pensar que Ordóñez no solo es inquisidor del Santo Oficio sino batracio ominoso. Líbrenos Señor de caer en sus manos. ¡Qué susto!

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