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El Gato

Cuando yo nací, ya El Gato estaba en circulación. Salía los sábados y a mi casa de Tuluá llegaban los ejemplares pues había suscripción.

4 de octubre de 2017 Por: Jorge Restrepo Potes

Cuando yo nací, ya El Gato estaba en circulación. Salía los sábados y a mi casa de Tuluá llegaban los ejemplares pues había suscripción. Cuando tuve uso de razón, conocí a su fundador, Francisco González Lorza, a quien todos, entre ellos mi padre, llamaban ‘Frisco’, y esperaba con entusiasmo los dardos humorísticos que disparaban sus páginas, generalmente burlándose de los políticos de la época.

Es increíble que ese medio siga circulando 84 años después de su primer número y que el hijo del fundador, mi querido amigo Francisco David González Pulido, a quien todos identificamos también como ‘Frisco’, haya sido capaz de mantener la publicación con tan precario patrocinio. El hecho es que tenemos El Gato con la misma ironía y el mismo ‘mamagallismo’ de siempre, y a ‘Frisco’ echado para adelante sin dejar naufragar la nave que lo ha tenido por timonel en medio de tantas tempestades que causa la agitada política colombiana.

No es como soplar y hacer botellas eso del humor escrito, porque para que sea bueno debe evitar caer en la ramplonería y en la vulgaridad, a las que somos tan dados en Colombia. Y la prueba de esto es que en un país de excelsos escritores, muy pocos han vertido con éxito la tinta humorística en el papel.

Hubo unos gigantes como Lucas Caballero -Klim- en El Tiempo y Alfonso Castillo Gómez en El Espectador, pare de contar. Los que pretendieron sucederlos fallaron en el intento y muy de vez en cuando algunos aciertan en eso de provocar la sonrisa de sus lectores. A mi juicio, únicamente tenemos ahora a Daniel Samper Ospina que escribe en la revista Semana con elevada carga de humor, lo que le ha valido pleitos con el senador Uribe, quien no resiste una burla intrascendente. Tola y Maruja son brillantes en su columna de los domingos en El Espectador.

Los que sí manejan hoy humor cáustico son los caricaturistas, entre los que destacan Vladdo, Matador, Mheo, Luisé, y no puedo dejar de mencionar a mi queridísima Consuelo Lago y su siempre primorosa Nieves, ante quien me inclino reverente pues idear todos los días un apunte humorístico para dos periódicos, es una hazaña.

Volviendo a El Gato, creo que no existe hoy en Colombia una publicación dedicada exclusivamente a hacer sonreír a los lectores, y en el mundo van quedando pocos de ese estilo y ya se sabe lo que le pasó a Charlie Hebdo, el semanario francés que perdió a doce de sus colaboradores, columnistas y caricaturistas, que murieron por las balas asesinas de Estado Islámico por un dibujo de Mahoma que no les gustó a esos iracundos fundamentalistas, que entraron a la redacción disparando las ametralladoras en nombre del profeta.

Hoy quiero decirle a ‘Frisco’, tomándome la vocería de mis coterráneos, que merece el reconocimiento de los vallecaucanos por comunicarnos su visión graciosa de los hechos locales y nacionales. De esas plumas que surten el periódico no sale nadie indemne y es muy grato registrar que luego de 84 años haya alguien en Cali que se la juegue por conservar el humor en medio de tanto desencuentro que nos lleva a creer que ya no existe la confraternidad en los hijos de la patria común.

Solamente con el buen humor recobraremos la concordia. Siga por ahí, estimado ‘Frisco’, y que quienes lo secundan en esa noble labor continúen aportando cada mes los escritos y las caricaturas que nos hacen ver que la vida vale la pena de vivirla, si tenemos una sonrisa en los labios.

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