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El Fouché criollo

Entonces, he ahí otro timbre de orgullo para el doctor Barbosa: se parece a Fouché, cuyo puesto en la historia de Francia no tiene discusión.

14 de abril de 2021 Por: Vicky Perea García

Stefan Zweig, el célebre escritor austriaco de cuya pluma salieron excelentes biografías de personajes de la historia universal, trajo a sus páginas las atormentadas vidas de María Antonieta y de María Estuardo, que se dejan leer con la emoción que causan las novelas de alta jerarquía.

Tuve la fortuna de adquirir en mi juventud las obras completas de este creador de la mejor literatura, que huyendo de la persecución nazi por ser judío se asiló en varios países hasta terminar en Brasil, donde puso fin a sus días con una sobredosis de barbitúricos.

Si tuviese que escoger la mejor biografía escrita por Zweig, me inclinaría por ‘Fouché’, a quien en el subtítulo califica de ‘genio tenebroso’. Este hombre, uno de los más perversos que ha dado el género humano, fue actor político de diversos regímenes franceses: estuvo con la Revolución de Robespierre, luego se acercó a Napoleón Bonaparte, y derrotado el Emperador, no tuvo empacho de participar en la restauración borbónica.
Su periplo se asemeja al de ciertos políticos colombianos, que después de cada elección presidencial, preguntan: ¿Quiénes ganamos?

Joseph Fouché alcanzó su mayor nombradía como jefe de la policía secreta del Gran Corso, quien a veces tuvo la intención de llevarlo a la guillotina. En un arrebato de ira con su subalterno Napoleón le espetó: “Debería de mandarlo al cadalso”, y el tipo le contestó: “No comparto su opinión, Sire”. Y siguió agitando el ambiente muchos años más.

Ignoro si el prócer Francisco Barbosa, fiscal general de la Nación, haya leído la biografía del ‘genio tenebroso’, pero todo da a entender que sí, y que lo imita. Igual de solapado. Igual de soberbio. Igual de megalómano. Afirma que ocupa el segundo cargo más importante del Estado. Fouché decía lo mismo, pues poder igual al suyo sólo se me antoja el de Edgar J. Hoover, que estuvo al frente del FBI de Estados Unidos por más de 30 años, y ni los Kennedy, que lo detestaban, pudieron echarlo.

Barbosa es un funcionario que obedece los dictados de Álvaro Uribe, y ahora tiene la misión de liquidar políticamente a quienes el mandante juzgue que pueden quitarle la presidencia a uno de los suyos el año próximo. Por eso la emprende contra Sergio Fajardo, endilgándole un delito imposible, porque según los sondeos de opinión es el único que podría ganarle a Petro. Sacando a Fajardo del paseo, Uribe cree que el miedo que inspira en ciertos sectores el líder de Colombia Humana hará que los votantes se vuelquen por el que él diga, y así hacerse con el poder otros cuatro años.

El Fiscal, a través de su subalterno de rostro lombrosiano, tratará de que precluya el proceso que se le sigue a Uribe, como ya se vio en la primera audiencia en la que se opuso a la participación de dos víctimas indiscutibles.

Así pues que los colombianos estamos debidamente enterados de que la Fiscalía baila al ritmo que le impone el expresidente. Y lo más grave es que otros burócratas de este Gobierno hacen lo suyo también. Es increíble que ese quídam que dirige la Superintendencia de Industria y Comercio haya tenido la avilantez de ofender a Daniel Samper Pizano al trinar que su primer apellido es una vergüenza para Colombia, cuando el que de veras nos avergüenza es el mismo señor Barreto.

Entonces, he ahí otro timbre de orgullo para el doctor Barbosa: se parece a Fouché, cuyo puesto en la historia de Francia no tiene discusión.

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