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El Fiscal en su laberinto

No conozco personalmente al doctor Eduardo Montealegre Lynett, quien sucedió en la...

1 de octubre de 2015 Por: Jorge Restrepo Potes

No conozco personalmente al doctor Eduardo Montealegre Lynett, quien sucedió en la Fiscalía General de la Nación a la doctora Viviane Morales, cuando por cualquier asunto personal se vio precisada a renunciar a ese importante cargo, que por esos absurdos que tiene nuestra Carta Política, pertenece a la rama judicial y no a la ejecutiva, como debe ser, y en efecto es en los países civilizados.No le conozco de vista, trato y comunicación, como se dice en las diligencias judiciales, pero el hecho de ser egresado del Externado de Colombia, la amada universidad que me otorgó el título de abogado, y por haber sido brillante magistrado de la Corte Constitucional, de la que fue presidente, Montealegre es figura de primera plana en la vida colombiana, y todos los días ‘moja’ prensa pues su despacho maneja temas sensibles para la opinión, entre otros, la investigación de los delitos y la acusación ante los jueces de los imputados.Montealegre se graduó con honores del Externado y allí fue discípulo predilecto del rector Fernando Hinestrosa, y pienso que fue el maestro fallecido quien impulsó a su pupilo a adelantar sendas especializaciones en el exterior, particularmente en Alemania, en donde dejó impronta de su versación en derecho penal.Por eso para nadie fue extraño que el presidente Santos lo incluyera en la terna ni que la Corte Suprema de Justicia lo escogiera como Fiscal General, en donde cumplía una buena gestión hasta que le dio –cuando Dios quiere perder a los hombres los vuelve soberbios– por ser el personaje más destacado de Colombia, y se tornó insoportable pues le dio por ingresar de ‘pato’ en el proceso de paz que adelanta el Gobierno en La Habana, y eso le ha hecho más mal que bien a Santos.Montealegre sale un día sí y otro también en todos los medios a pontificar sobre la justicia transicional; sobre la participación que tendrán los guerrilleros desmovilizados en la política; a sostener que el narcotráfico es delito conexo con la subversión; y esto, y aquello y lo de más allá. Y, desde luego, el perverso procurador y el furibundo Uribe se llenan de argumentos para atacar lo que con tanto esfuerzo se pretende en Cuba.Pero la tapa del congolo, como decimos en Tuluá, fueron los contratos por suma superior a 4 mil millones –léase bien la suma– que el Fiscal suscribió con una dama llamada Natalia Lizarazo García pero que en los documentos aparece como Springer Von Schwarzenberg Consulting Services S.A.S.Increíble que alguien como yo que conoce a fondo el proceso de la Alemania de Hitler entre 1923 y 1945, haya creído que se trataba, al leer esos apellidos teutones, de un jerarca nazi que hubiese sido absuelto en Nurenberg y venido a Colombia a mediados del Siglo XX. Pues no. Es el apellido del excónyuge austriaco de la señora Springer, magnífica columnista de El Tiempo.Ni las explicaciones suyas ni las de Montealegre despejan dudas sobre la pertinencia de esos contratos. Y los ilustres académicos Francisco Gutiérrez y Daniel Mejía sostienen que los estudios presentados por la contratista no son necesarios. La crítica de Alejandro Ramelli, destacado jurista que salió de la Fiscalía por no estar de acuerdo con el trabajo de Springer, lleva a pensar que el Fiscal tiene dos caminos: o explica bien o destrata lo convenido con la bella Natalia. No hay de otra, como también decimos en Tuluá.

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