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Dele que dele

De pronto tienen razón los que afirman que el protagonismo político de Álvaro Uribe en el escenario nacional se debe en buena parte a las censuras que recibe de los colombianos que no comulgan con las ideas totalitarias del inquieto dirigente antioqueño.

14 de junio de 2017 Por: Jorge Restrepo Potes

De pronto tienen razón los que afirman que el protagonismo político de Álvaro Uribe en el escenario nacional se debe en buena parte a las censuras que recibe de los colombianos que no comulgan con las ideas totalitarias del inquieto dirigente antioqueño.

He meditado sobre ese asunto y llego a la conclusión de que si nadie volviese a manifestar discrepancias con el jefe del Centro Democrático, si los periodistas no le abrieran páginas enteras en los medios que sirven, y si los reporteros no le pusieran los micrófonos y los celulares en la garganta, pues seguramente todas las andanadas que suelta –sin mencionar sus trinos– contra el Presidente Santos y su Gobierno pasarían inadvertidas, y entonces las encuestas que ponen su favorabilidad por encima del 50% no alcanzarían esa cota.

Muchas veces he tomado la decisión de no referirme más al senador Uribe en esta columna en la que he controvertido sus ocho años de gobierno y los que lleva haciendo esa ofuscaste oposición a Juan Manuel Santos, pero es deseo imposible de cumplir pues el expresidente es figura política de primer orden y los que nos ocupamos de ese aspecto de la vida nacional no podemos dejar pasar sin comentario lo que haga o diga este personaje de nuestro tinglado político.

En cuanto a su última aparición en el exterior, es tan atroz que el sólo referirse a ella causa indignación, pues me resulta increíble que un colombiano que ha ocupado, bien o mal, la Presidencia de la República, que es director de un movimiento político con importante representación en las cámaras legislativas y que ahora posee curul en el Senado, tenga el arresto perverso de montarse en un avión de quince horas de vuelo para llegar a Atenas, la histórica capital griega, y presentarse en la Cumbre de la Concordia –nada que ver ni con el Acuerdo de Paz, con las Farc, ni con el Gobierno actual- que se celebraba cerca de la Acrópolis, a gritar en ese foro al que asistían líderes del mundo entero que Colombia es el reino del narcotráfico y del crimen, y que en cuanto al “desarrollo sostenible” -tema central de la reunión-, era imposible que Colombia cumpliera ese objetivo pues aquí se entregó el país a las Farc que son el mayor cartel de narcotráfico del mundo. Como quien dice, allá ni piensen invertir porque eso es el infierno ‘castrochavista’, todo dicho en un inglés de Marinilla.

No llego ni siquiera a aspirar que haya sanción para quien sale de las fronteras a denigrar de la patria. Pero estimo que alguien que pretende recobrar el poder el año próximo a través de una de sus marionetas, debería tener ponderación de juicio y pensar en el inmenso mal que le hacen al país esas aseveraciones más movidas por la pasión política que por el respeto a la verdad.

Si ese es el líder que nos va a gobernar por interpuesta persona, valdría la pena que sus seguidores reflexionen antes de depositar sus votos en las urnas en 2018 –Congreso y Presidencia-, porque ese permanente ‘dele que dele’ contra todo aquel que no coincida con sus ideas de extrema derecha, acabará liquidando a Colombia.

El senador Uribe tiene el mejor escenario para sus diatribas que es el Senado de la República. En ese augusto recinto puede soltar los improperios que quiera contra el que quiera, y al momento de la votación escabullirse, que es lo que ha hecho hasta ahora con sus conmilitones. Pero por favor, que afuera tenga algo de continencia verbal.

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