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Aquelarre

Jamás presencié un proceder más sórdido y bellaco como el de esta señora en la actual coyuntura del país.

13 de abril de 2022 Por: Jorge Restrepo Potes

Gilberto Alzate Avendaño, a mi juicio el más culto e inteligente líder conservador del Siglo XX en Colombia, sostenía que en política no hay amigos sino cómplices.

Yo agregaría al dicho del ‘mariscal’ caldense que en esa actividad sólo hay lealtad cuando los intereses de los intervinientes no se contraponen. Francisco Eladio Ramírez –‘Pachoeladio’-, el viejo zorro del liberalismo vallecaucano, afirmaba que la política destruye los más caros sentimientos del hombre, a tal punto que a la suegra la llaman madre política.

Pero, como en todo, ahí tiene que haber unos elementales principios éticos, pues no todo vale, como proclama Antanas Mockus. Lo que ha hecho Íngrid Betancourt, violando esos mínimos, sacó a flote la perversidad que anida en su alma.

En una de estas noches tuve terrible pesadilla. Soñé que estaba observando un aquelarre al que habían acudido todas las brujas y hadas malas de los cuentos infantiles, que cuando eran llevadas al cine me causaban escalofríos al aparecer en la pantalla del teatro Boyacá de Tuluá.

A la cita brujeril contestaron a lista la de Blancanieves con la manzana emponzoñada que obsequió a la huésped de los siete enanitos. También, las pérfidas de la Cenicienta y la Bella Durmiente, sin que pudiera faltar la horrenda del Mago de Oz, que atormentaba a Dorothy, inmortalizada por Judy Garland.

La reunión avanzaba normalmente, sentadas las féminas en mesa redonda adornada por una brillante calavera rodeada de cirios encendidos, cuando alguna anunció que una colega colombiana deseaba participar de la macabra cita: Íngrid Betancourt. La presidenta leyó la hoja de vida y por unanimidad fue aceptada. La nueva socia echó incendiario discurso en el que acusó a las concurrentes de tener corruptas maquinarias a su servicio; les quitó las escobas para que no pudieran volar; y las mandó a las tinieblas exteriores.

Ahora sí, en serio. He visto en la política nacional a muchos personajes de diversa laya, capaces de llegar a los máximos grados de felonía, de deslealtad, de juego sucio. Pero jamás presencié un proceder más sórdido y bellaco como el de esta señora en la actual coyuntura del país.

Cuando todos pensábamos que estaba dedicada a escribir sus memorias a orillas del Sena, le dio por regresar a la patria y aterrizó en la Coalición de la Esperanza, en donde la vimos de amigable componedora junto a Humberto de la Calle y los otros precandidatos. Pero un día la emprendió contra Alejandro Gaviria por una reunión que éste tuvo con Germán Varón, de Cambio Radical, a quien acusó de tener ‘maquinaria’, y que por tanto no era bien visto en la Coalición.

Al recobrar Verde Oxígeno -su partido- personería jurídica, mostró el cobre y dijo que ella también era candidata presidencial.
Eso fue una carga de profundidad contra la Coalición tan difícilmente formada, y trajo graves consecuencias, especialmente para Humberto de la Calle, elegido senador con el aval del partido de Betancourt, y quien por tanto está impedido para pronunciarse a favor de Sergio Fajardo que es el candidato de ese sector.

Íngrid caerá en el uribismo, que tiene la ‘maquinaria’ más poderosa que han visto los siglos en nuestro país. La hueste del expresidente se verá en apuros para manejar a su nueva aliada. Ni el patrón, experto caballista, será capaz de domarla.

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