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A boca de urna

Vacilé al momento de marcar el tarjetón el domingo pasado. Derrotado el...

24 de junio de 2010 Por: Jorge Restrepo Potes

Vacilé al momento de marcar el tarjetón el domingo pasado. Derrotado el candidato liberal, lo obvio era que sufragara por Mockus quien de cierta manera representaba una posición política diferente a la que puso en ejercicio el presidente Uribe.A sabiendas que Rafael Pardo sería vencido en las elecciones, deposité mi voto por él para cumplir mi compromiso con el Partido Liberal, pero también decidí que lo haría por Mockus en segunda vuelta, y en esas estaba hasta el momento que vi a un candidato luchando consigo mismo, y haciendo todo lo que halló en su camino para que se diera el triunfo del adversario.Fueron tantas las pendejadas que hizo, que era inconcebible que una persona de probada inteligencia hablara en plena campaña de subir impuestos, de controlar el ingreso de los médicos, de vacilar sobre sus creencias religiosas, de extraditar a Uribe, todo ello dicho en un país de evasores, de sedicentes católicos y de obnubilados uribistas. Todo parecía sacado de una cartilla escrita por la campaña santista. Pero lo máximo fue la noche de los comicios cuando montó una especie de clausura de escuela primaria con cánticos tontos y salticos de rana, que sólo al Cordobés se le veían bien.Ese espectáculo me llevó a pensar que no podía, a conciencia, votar por el profesor que me hizo recordar el excéntrico de la estupenda película de Jerry Lewis. Sin embargo, reconozco que sus 3.600.000 votos pueden convertir al Partido Verde en una seria opción de poder.Entonces me propuse analizar lo que venía diciendo Juan Manuel Santos y encontré algo que ha sido la ilusión de toda mi vida y es encontrar el camino de la unidad nacional que Santos ha propuesto y que, en ese punto concreto, le creo.La unidad nacional no es solamente repartir puestos y contratos, sino convocar a todas las fuerzas de Colombia para que, de consuno, nos dediquemos a hacer de esta una tierra mejor, más incluyente, más justa socialmente, creando las condiciones para que las generaciones que nos sucedan puedan vivir en armonía, sin el sobresalto diario de la violencia.Uribe habría podido convertirse en el gran catalizador de ese ideal. Su soberbia y, sobretodo, su megalomanía que lo llevó a creerse la segunda reencarnación de Dios, se lo impidieron. Juzgo que Juan Manuel Santos puede hacerlo, y hay varias razones para intuir que así será.Santos proviene de una familia que lleva un siglo participando en la historia de Colombia. Para citar un solo ejemplo, el 30 de enero de 2011 El Tiempo cumplirá 100 años, y ese periódico ha sido el referente de la vida colombiana desde cuando, en 1913, lo compró Eduardo Santos al fundador Alfonso Villegas, su cuñado.Eduardo Santos fue presidente de la República en 1938 y condujo un gobierno apacible en contraste con el revolucionario de López Pumarejo, que le antecedió. De allí que crea que luego del proceloso tránsito de Uribe viene el sosiego con Santos, quien se sabe heredero de una saga familiar a la que debe honrar. Mejor dicho, tiene un apellido que le impone carácter para gobernar con los principios liberales, entendidos como filosofía universal.Confío que los últimos años de mi vida discurran en paz. El fuerte respaldo dado al presidente electo le dice a la guerrilla que el pueblo no quiere más muertes inútiles y que en los ojos de nuestros niños se vislumbra la esperanza en la Colombia que soñaban los abuelos. Por eso voté a Santos.

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