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Sólo un espectador

En la compleja relación con los Estados Unidos, México se ha visto...

31 de octubre de 2010 Por: Jorge Ramos

En la compleja relación con los Estados Unidos, México se ha visto reducido al papel de espectador, limitado a reaccionar ante los sucesos que ocurren al otro lado de la frontera. En dos áreas importantes -drogas e inmigración- hay escasa posibilidad de diplomacia o negociación con Estados Unidos, y ningún funcionario mexicano, incluyendo al presidente Felipe Calderón, parece capaz de atraer la atención de los dirigentes estadounidenses. El apetito por las drogas ilegales en Estados Unidos, al parecer insaciable, está alimentado la violencia en México. Y ahora vean lo que está ocurriendo en California. La Proposición 19, que permitiría a sus residentes poseer legalmente hasta una onza de marihuana, será sometida a votación el 2 de noviembre. La iniciativa incluye un impuesto en la venta que, dicen sus partidarios, generaría hasta US$1.400 millones anuales para un Estado al borde de la bancarrota. Un incentivo enorme. La aprobación de esta ley, debido a la índole misma de la oferta y la demanda, haría saltar de alegría a los narcotraficantes mexicanos ante la apertura de un nuevo y vasto mercado. Basta con saber que el 19 de octubre fue confiscado en Tijuana un cargamento de 134 toneladas de marihuana, con un valor de US$335 millones. El destino final de este envío era, claro, California. Y si el estado legaliza el consumo en la próxima elección, los carteles mexicanos indudablemente combatirán por el control de ese próspero mercado. El Gobierno mexicano sufriría un terrible revés en su guerra contra los carteles al enfrentar su Ejército y Policía contra oponentes con más recursos financieros y mejor armados. ¿Qué puede hacer México si la proposición es aprobada? Absolutamente nada, aún cuando las repercusiones negativas serían vastas y desastrosas. Cerca de 30.000 mexicanos han muerto desde 2006, cuando el presidente Calderón tomó posesión del cargo. ¿Y para qué? ¿Cómo se puede siquiera tratar de justificar la amarga guerra contra el narcotráfico que se ha cobrado la vida de decenas de miles de mexicanos cuando, al otro lado de la frontera, el consumo de la droga se legaliza y se expande? El periodo del presidente Calderón en la Presidencia será recordado como la época más violenta del país desde la Revolución Mexicana. Y es muy poco probable que cambie su estrategia antidrogas en sus dos últimos años en el poder. Infortunado, porque si bien no pongo en duda sus objetivos, moralmente sólidos, sí cuestiono sus métodos fallidos. La estrategia no ha funcionado, y cada vida perdida es evidencia de su fracaso. La tarea de crear una nueva estrategia contra los carteles, entonces, seguramente será responsabilidad del presidente que se elija en julio de 2012. Pero la legalización de la droga al otro lado de la frontera sólo debilitará la capacidad del sucesor de Calderón para eliminar eficazmente la violencia del narcotráfico en México. El segundo problema en el que México es un mero espectador es el de la forma en que sus migrantes son tratados en Estados Unidos. México, una vez más, ha sido dejado fuera del juego. El último presidente mexicano que intentó llegar a un acuerdo con Estados Unidos en cuanto a una reforma inmigratoria fue Vicente Fox, y eso ocurrió hace una década. El presidente Calderón ni siquiera lo ha intentado. Después de todo, el Gobierno mexicano tiene atadas las manos. A raíz de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, los estadounidenses decidieron que en lo relacionado la política de inmigración, adoptarían un enfoque unilateral para la protección de su territorio y de sus ciudadanos. Esto significó el fin de cualquier tratado migratorio bilateral, en tanto que la reforma inmigratoria depende únicamente del Congreso de Estados Unidos. Y aunque la mayoría de los 11 millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos provienen de México, el Gobierno mexicano no está haciendo nada significativo para ayudarlos. Si bien la embajada mexicana en Washington y sus consulados tratan de proteger los derechos de los mexicanos, cualquier progreso menor se logra usualmente sólo después de que se informe de un caso de abuso de discriminación. La impotencia de México en ambos frentes es frustrante, pero, en tanto los estadounidenses sigan consumiendo tantas drogas y los mexicanos más pobres puedan, pese a la crisis económica, encontrar trabajo en el vecino del norte, México no podrá lograr un cambio unilateral. Después de todo, la geografía -incluso en el peor de los casos– es destino. Y millones de emigrantes mexicanos que se han ido al norte siguen siendo tratados mal y viven en el limbo en cuanto a su legalización. Todo este tiempo, México ha quedado al margen, convertido en simple espectador de las ofensas.