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¿Quién puede ganarle a Obama?

Entre los Republicanos todavía no ha surgido nadie como el candidato indiscutible...

21 de agosto de 2011 Por: Jorge Ramos

Entre los Republicanos todavía no ha surgido nadie como el candidato indiscutible para la Casa Blanca. Hay muchos. Por lo tanto, todo parece indicar que las votaciones del próximo 6 de noviembre del 2012 no serán una lucha entre gigantes sino un referendo nacional sobre la presidencia de Barack Obama. Si la mayoría de los votantes cree que las cosas pueden mejorar con él, se queda. Si no es así, se va. Pero al faltar más de un año para que acudan a las urnas electorales, lo que se están preguntando en estos días es si estamos mejor ahora de lo que estábamos cuando Obama asumió el cargo. Es una pregunta muy difícil de contestar. Muchos se apresuran a contestar que no, que no lo estamos, y citan algunas evidencias inquietantes. La decisión de la empresa Standard & Poor’s de quitarle la clasificación de AAA al gobierno es una muy mala calificación para el presidente Obama. Además, el mensaje al resto del mundo es inequívoco: Estados Unidos ya no es un país tan confiable. ¿Por qué? Se gastan billones más de lo que les entra en impuestos, tienen 14 millones de desempleados, sus planes para corregir rumbo no son claros y hay una parálisis política en Washington. Y el Presidente cumplió recientemente 50 años de edad con sólo el 45% de aprobación, según una encuesta de Reuters. El mismo sondeo indica que 73% de los estadounidenses cree que el país avanza en la dirección equivocada. Pero, ¿significa esto que Barack Obama no será reelegido? No necesariamente. Aún falta saber quién será el candidato o candidata del partido Republicano. El factor carisma es fundamental. El factor Twitter también. Pero los republicanos están obligados a presentar a alguien que suba los ánimos del país y que se presente como diametralmente opuesto a Obama. Si el retador no es suficientemente distinto al presidente que ya tenemos, entonces, ¿para qué cambiar? En este deprimente clima político no bastará que el candidato republicano critique al presidente en turno. Él -o ella- deberá explicar qué va a cambiar, ofrecer algunos detalles específicos y revelar su estrategia general. Hasta ahora, sin embargo, ningún republicano ha logrado presentar un mensaje sobre cómo arreglará la economía que tenga una amplia resonancia entre el electorado estadounidense. Resulta evidente que las próximas elecciones presidenciales no se ganarán con promover una seguridad nacional más vigorosa; la muerte de Osama bin Laden fue anunciada en mayo, y ya huele a noticia vieja. Está clarísimo que las elecciones se van a definir por la economía. Punto. Pero la economía es un monstruo muy particular. Las decisiones de un presidente son una muy pequeña parte de un enorme engranaje que, mayormente, está fuera de su control. Un presidente, por ejemplo, no puede determinar los gastos y salarios de una empresa privada ni ordenarle a una ciudad cuántos impuestos cobrar. Los votantes, no obstante, a veces creen erróneamente que los presidentes son seres todopoderosos -y muchos presidentes me han dicho, a lo largo de los años, que los votantes se sentirían realmente sorprendidos si supieran la poca influencia que un presidente tiene sobre la vida cotidiana de su pueblo. Aún si lo quisiera, Obama no puede modificar él solo las circunstancias económicas. Enfrenta un reto realmente gigantesco y, quizá, imposible de superar: los votantes le exigen mejorar la economía, crear millones de empleos y, al mismo tiempo, gastar menos. No suena realizable. Los demócratas argumentan que ellos heredaron la actual crisis económica de Bush y que, sin sus inversiones sociales y gastos multimillonarios durante los últimos tres años, hoy estaríamos mucho peor. Pero eso es demasiado abstracto para muchos votantes. Obama ya es visto como el dueño de esta economía y culpar a los que estuvieron antes se considerará una excusa. Además, a muchos ciudadanos de la única súperpotencia mundial les agrada pensar que están distanciados y protegidos de la vulnerabilidad de otras naciones. Así que no le hará mucho bien a Obama si trata de relacionar la crisis financiera europea -específicamente las de España, Italia y Grecia- con el lentísimo crecimiento de la economía estadounidense. La política moderna está basada en resultados. Las promesas no bastan. Los inspiradores discursos de Obama en el 2008 ya son historia. Ahora Obama está obligado a mostrar resultados positivos en la economía -sobre todo nuevos trabajos- en los próximos 15 meses. Si no lo logra, puede perder la reelección. ¿Quién puede ganarle a Obama? El nombre todavía no importa. Pero si las cosas siguen así, los votantes moderados e independientes que escogieron a Obama en el 2008 van a empezar a ver al otro lado. Justo o no, pero así es.