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La guerra interminable

No hay guerra buena. Todas las guerras hablan de nuestra estupidez y...

7 de junio de 2015 Por: Jorge Ramos

No hay guerra buena. Todas las guerras hablan de nuestra estupidez y de nuestra incapacidad de resolver los problemas sin violencia. Pero la guerra de Irak ha sido particularmente absurda porque se inició por las razones equivocadas, ha costado decenas de miles de muertos -incluyendo a más de 4.400 soldados norteamericanos- y dejó al país aún más inestable y peligroso. La guerra en Iraq fue una invención del expresidente George W. Bush. Aseguró, sin confirmarlo, que el dictador Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva y en marzo del 2003 decidió atacar. Los inspectores de Naciones Unidas no pudieron terminar su trabajo antes de que empezaran a caer las primeras bombas. Al gobierno estadounidense y a sus aliados, claramente, les urgía comenzar esa guerra. Saddam, por supuesto, era un sanguinario dictador, pero en ese momento no tenía armas de destrucción masiva ni tuvo nada que ver con los actos terroristas que mataron a casi 3.000 norteamericanos el 11 de septiembre del 2001. Es imperdonable e indignante que Bush haya comenzado una guerra sin estar seguro de lo que decía. Y jamás sabremos si Bush, en realidad, siempre supo que en Iraq no había armas de destrucción masiva, nos engañó y atacó por otras oscuras razones. Ese error lo arrastraremos por décadas. En esos días, el exsecretario de Defensa, Donald Rumsfeld, dijo en una entrevista con PBS que los soldados estadounidenses serían “bienvenidos” en Iraq. No fue así. A mí me tocó ver en la población iraquí de Safwan, en la frontera con Kuwait, cómo los civiles de Iraq vieron llegar los tanques de Estados Unidos sin flores, sin cantos y sin sonrisas. Hoy Iraq, lejos de ser una democracia, es un país donde existen varios grupos terroristas -incluyendo al Qaeda y el Estado Islámico de Iraq y el Levante, o Isis- que amenazan a Estados Unidos dentro y fuera de su territorio. Esa guerra creó mil pequeños Osama bin Laden. Aún hay un pequeño grupo de soldados norteamericanos en Iraq -cerca de 3.000 no en labores de combate, apoyando al débil gobierno en turno- pero la guerra continúa. Si los yihadistas de ISIS terminar por controlar Ramadi, su siguiente objetivo será Bagdad, la capital. Se ha perdido una buena parte del territorio que tanto costó ganar el principio del conflicto y, ahora, nadie sabe cómo terminar esta guerra. El exgobernador Jeb Bush, hermano de George W. Bush, regresó esa guerra a las noticias cuando dio varias respuestas distintas sobre lo que él hubiera hecho como presidente. Al final, como todos los candidatos presidenciales, Jeb concluyó que no hubiera invadido Iraq como su hermano. Esto nos lleva a varias conclusiones. La primera es que no podemos creerles a los presidentes y muchos menos cuando se trata de un asunto de vida o muerte. Periodistas y políticos debimos haber sido más firmes y duros al exigir evidencias de lo que decía el gobierno norteamericano antes del primer disparo. La otra conclusión es que Iraq sí debe ser un tema de campaña en el 2016. Muchos de los candidatos, incluyendo a Hillary Clinton, autorizaron en el Congreso o apoyaron públicamente la injustificada invasión. Esa negligencia no debe repetirse. La tercera conclusión es que muchos presidentes comienzan guerras que impactan nuestras vidas. Si no queremos en la Casa Blanca a otro presidente belicoso, hay que decirlo y salir a votar. Una de las razones por las que me convertí en ciudadano de Estados Unidos en el 2008 fue para votar en contra de cualquier candidato que propusiera una guerra injustificada como la de Iraq. Iraq es la guerra interminable. A pesar de que Estados Unidos oficialmente ya la dio por terminada, nos sigue atormentando y sufriremos sus consecuencias por muchas décadas más. Hay más de 32 mil veteranos que resultaron heridos y desde Iraq fácilmente podría planearse el próximo ataque terrorista contra Estados Unidos. Lo más absurdo de la guerra en Iraq es que si tú le preguntas a soldados o a políticos de Estados Unidos si esa guerra se ganó o se perdió, nadie lo sabe. No existe ningún consenso. Nadie sabe con certeza cómo definir victoria en Iraq. Eso pasa cuando se inicia una guerra por las razones equivocadas. Por eso, tenemos el derecho de saber si el próximo presidente o presidenta nos quiere meter en otra guerra inútil. Hay que preguntar antes de votar.