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El silencio de Íngrid Betancourt terminó

En su último libro ‘Hasta el silencio tiene un fin’, la ex...

3 de octubre de 2010 Por: Jorge Ramos

En su último libro ‘Hasta el silencio tiene un fin’, la ex candidata presidencial recrea el tiempo que pasó como prisionera de las Farc.Escrito en francés, es un relato fascinante y aterrador de una mujer extraordinaria y polémica que nunca ha dejado de ser ella misma: una sobreviviente de la selva, de la violencia, de la política, de las fuerzas más oscuras.Si bien el libro es un grito de indignación contra sus secuestradores, es también una afirmación de su libertad. “¿Por qué escribir sobre los peores años de tu vida?”, le pregunté en una entrevista reciente. “¿Por qué no tratar de olvidarlo?”. “Era muy importante traer de la selva aquello que podía ser compartido con los demás”, dijo. “Para mí fue muy importante el ejercicio de escribir, porque nunca fui capaz de decirles a mis niños, a mi mamá, ni a las personas que quiero, lo que sucedió”.Íngrid fue secuestrada el 27 de febrero de 2002. En ese entonces era candidata presidencial por Oxígeno Verde y quería hacer una escala de campaña en San Vicente del Caguán, un reducto rebelde de guerrilleros izquierdistas en la región sur del país. El gobierno del entonces presidente Andrés Pastrana había advertido a Betancourt que era muy peligroso viajar allí y le había retirado su equipo de seguridad unas horas antes de su parada de campaña, en un esfuerzo para desalentarla. Sin embargo, ella decidió continuar. Poco después, hombres armados detuvieron su auto y la hicieron prisionera junto con otros que la acompañaban. En cautiverio, Íngrid trató de escapar en cada ocasión que se presentaba. Después de su tercer intento fue brutalmente golpeada por tres guerrilleros. En su libro ella describe lo que pasó después: “Sentía convulsiones, como si estuviera metida en un tren que viajara a gran velocidad.... Mi cuerpo y mi corazón permanecieron congelados durante el breve espacio de una eternidad”. Tras el ataque, los guerrilleros le pusieron una cadena al cuello y la regresaron a jalones al campamento de las Farc, de donde había escapado. Pero no perdió su determinación”. “Para mí, escapar era verdaderamente una obsesión”, dijo Betancourt.Esto la confrontó con la jefa de su campaña presidencial, Clara Rojas, quien había sido secuestrada el mismo día y compartía una jaula con Betancourt. “Tuvimos dos actitudes diferentes. Ella quería adaptarse y esperar que la liberaran sin poner en riesgo su vida. Para mí era diferente. Nada era más importante que la libertad, que volver a donde estaban mis hijos, mi mamá”.Íngrid fue liberada en una operación militar el 2 de julio de 2008, junto con otras 14 personas. Más de un año después estaba de vuelta en el centro de la atención pública al demandar por US$6 millones al Estado por daños sufridos durante su cautiverio. “Mira, yo creo que la culpa de mi secuestro la tuvieron las Farc”, dijo. Y matizó: “Pero tampoco puedo aceptar que me señalen a mí como responsable. Estaba en campaña presidencial y me quitaron mis escoltas ¿Por qué me quitaron las escoltas y por qué me dejaron seguir en un carro del gobierno?”.Francisco Santos, ex vicepresidente de Colombia quien fue secuestrado en 1990 por narcotraficantes, calificó la demanda de Betancourt como “ingratitud” hacia el Gobierno que la había liberado. Después, una encuesta reveló que el 80% de los colombianos tienen una imagen desfavorable de Betancourt, lo cual, dice ella, le afecta profundamente.En nuestra entrevista, ella aseguró que su demanda, retirada después, nunca fue una ofensa contra el Ejército o los soldados que la liberaron. “La ley colombiana protege a las víctimas de terrorismo y permite que las víctimas de terrorismo pidamos que se nos den reparaciones”. Las críticas contra ella en Colombia fueron sin fundamento e injustas, dijo. “La información fue distorsionada”.Juan Carlos Lecompte, esposo de Íngrid cuando fue secuestrada, prácticamente no aparece en el libro. A muchos sorprendió el abrazo tan tibio que se dieron al volverse a ver luego de seis años y medio. “Me sorprendí mucho al verlo a él en la pista del avión, detrás de mi madre. Y cuando lo abrazo yo esperaba, de pronto, unas palabras de afecto, pero él lo único que me dijo fue: ‘¿Me puedo seguir quedando en tu apartamento?’” Íngrid resiente que él no le hubiera enviado mensajes por la radio como lo hacían frecuentemente su madre y sus hijos. “Juan Carlos es un ausente en el libro porque fue un ausente en todo ese período de cautiverio”, dijo.¿Pero, regresará Betancourt, quien ahora divide su tiempo entre París y Nueva York, a Colombia y a la política? Dadas las constantes críticas contra ella, que ella describe como “odio”, es poco probable. “La política que veo en mi país no me atrae”, dijo. Sus prioridades, claramente, están en otro lado.“Yo vivo entre mi hijo Lorenzo que vive en París y mi hija Melanie que vive en Nueva York. No tengo lo que yo podría llamar una 'casa’. Ese es mi próximo proyecto”.