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El 'gran error'

Los demócratas no van a ganar el voto latino prometiendo más deportaciones. Aunque les duela, los candidatos del Partido Demócrata tienen que separarse en ese aspecto del popular expresidente Barack Obama.

23 de febrero de 2020 Por: Jorge Ramos

Las Vegas, Estados Unidos. Los demócratas no van a ganar el voto latino prometiendo más deportaciones. Aunque les duela, los candidatos del Partido Demócrata tienen que separarse en ese aspecto del popular expresidente Barack Obama. Hasta el momento, ocho candidatos demócratas se juegan la nominación de su partido para las elecciones presidenciales de noviembre. El desafío será ganarle al presidente Donald Trump, y para hacerlo necesitan el voto y la confianza de la comunidad latina.

Así que ahora que tenemos su atención, ahora que todos los candidatos del Partido Demócrata les están haciendo promesas a los latinos para garantizar sus votos, es preciso asegurarse de que se comprometan a no deportar a millones de inmigrantes, como los últimos presidentes de Estados Unidos.

En 2014, Janet Murguía, presidenta de UnidosUS (antes el Consejo Nacional de la Raza), llamó a Obama el “Deportador en jefe”. El calificativo siempre molestó a Obama y todavía hoy sigue incomodando a sus colaboradores, aliados y seguidores. Entre ellos, el candidato presidencial y su vicepresidente, Joe Biden.

Entrevisté a Biden recientemente en Las Vegas y le pregunté si estaba dispuesto a disculparse por el número desbordado de deportaciones durante el gobierno de Obama. “Creo que fue un gran error”, reconoció públicamente por primera vez. “Tomó mucho tiempo en hacer lo correcto”.

Eso habría sido suficiente, pero luego me sorprendió al decir que “hubo más personas deportadas durante los gobiernos de George W. Bush y de Bill Clinton”. Al finalizar la conversación, sus colaboradores me hicieron llegar el documento en que se basó el exvicepresidente para decir eso y prometí revisar los datos. Así que lo hice.

El asunto de los números es complejo. La deportación en Estados Unidos se divide en dos categorías: removals -inmigrantes que fueron expulsados del país por la decisión de una corte o por un proceso legal- y returns -personas que fueron detenidas poco después de cruzar la frontera y regresadas en días o semanas a México o sus países de origen sin un proceso judicial-. Según las cifras del Departamento de Seguridad Interna, que se remontan hasta 1892, Obama deportó formalmente (con removals) a más personas que cualquier otro mandatario estadounidense. De 2009 a 2016, su gobierno deportó a poco más de tres millones de personas. Pero si sumamos las dos categorías -removals y returns- Bill Clinton y George W. Bush sacaron a más personas del país: 12 y 10 millones respectivamente (más de las 5 millones de personas, en total, que fueron expulsadas durante el gobierno de Obama).

El tema es significativo para Barack Obama, quien preferiría ser recordado entre los latinos por el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por su sigla en inglés) -con éxitos inobjetables: ha ayudado a más de 800.000 dreamers- que por haber sido el responsable de una deportación masiva. Y Biden, quien defiende el legado de Obama, tampoco quiere que lo responsabilicen por una política que, en la práctica, separó a muchas familias. Eso no le da votos de los latinos.

Argumentar que Clinton y Bush sacaron a más personas que Obama no es la mejor defensa. Y quién es el mayor deportador no es el problema central. La realidad es que, como los últimos presidentes, Obama expulsó a millones de inmigrantes y que, en su mayoría, no tenían antecedentes criminales. Biden lo acepta. “Fueron demasiados”, me dijo. “Aunque sea más que nunca o no, fue un error”.

Fue un error del que los candidatos demócratas deben aprender. Donald Trump, el actual presidente, ha deportado a menos personas que Barack Obama, pero tiene una clara política antiinmigrante: le ha llamado criminales y “violadores” a los mexicanos y, entre muchas otras medidas, ha prohibido la entrada a Estados Unidos a ciudadanos de algunas naciones a las que se ha referido como “países de mierda”. Su estrategia se ha centrado en evitar que entren nuevos inmigrantes. Debido a un controversial acuerdo con el gobierno de México, decenas de miles de centroamericanos, muchos con niños, esperan en la frontera norte mexicana una respuesta a sus solicitudes de asilo en Estados Unidos. Y la respuesta puede tardar meses o años. Es por ello que los demócratas deben tomar cartas en el asunto. Es necesaria una reforma migratoria sensata y humana.

Cualquiera que gane la Casa Blanca este año debe rechazar una política migratoria sustentada en las deportaciones, en las prohibiciones de entrada a ciudadanos de ciertos países y en el miedo. La mayoría de los latinos favorece la legalización de millones de indocumentados. Y los grupos más progresistas, como United We Dream (la mayor organización de dreamers en Estados Unidos), están presionando a los candidatos presidenciales demócratas para que se comprometan a suspender las deportaciones de personas sin historial delictivo. Lo que hicieron Clinton, Bush y Obama no debe repetirse nunca.

Si el gobierno de Obama hubiera cumplido su promesa de presentar una reforma migratoria en su primer año de gobierno no tendríamos a 10 millones de indocumentados en peligro de deportación. Pero cuando Obama pudo hacer algo en 2009 -con ambas cámaras del congreso con mayoría de los demócratas- le faltó voluntad y visión política. Después, injustificadamente, vino una furiosa época de deportaciones.

Es un buen primer paso que el exvicepresidente Biden haya reconocido que esas deportaciones fueron un “gran error”. Lo importante ahora es no repetirlo.

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