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Ataque desafiante y letal

Esperaba violencia en México y eso es exactamente lo que tenía frente...

11 de septiembre de 2011 Por: Jorge Ramos

Esperaba violencia en México y eso es exactamente lo que tenía frente a mis ojos. Un militar tenía el dedo en el gatillo de una ametralladora y estaba apuntando al auto en que yo viajaba con un chofer y otro periodista de Univisión, Porfirio Patiño. Otros dos militares nos rodearon con las manos en sus armas y a gritos nos obligaron a detenernos. Apenas dos horas antes habíamos circulado por el mismo lugar sin problemas. Era de noche, estaba lloviendo, no había nadie más en la calle. Porfirio y el chofer subieron las manos y yo, en la parte de atrás del coche, dejé de respirar para no moverme. Finalmente, constataron que éramos periodistas y nos regresaron a punta de un fusil por dónde veníamos, sin ninguna explicación. Estos tensos soldados eran parte de un contingente de más de 3.000 tropas y policías federales que inundaron Monterrey a raíz de la matanza. El 25 de agosto, varios hombres entraron al casino, dispararon sus armas y obligaron a la gente a correr hacia adentro, en busca de cualquier lugar para escapar. Los sicarios procedieron entonces a incendiar el salón de juegos. Cincuenta y dos cuerpos fueron rescatados. La mayoría de las víctimas, atrapadas en los rincones donde se habían ocultado, perecieron por inhalación de humo. Viajé a Monterrey para que nadie me contara lo que estaba pasando y para que no dijeran que sólo critico a mi país desde lejos. Y vi a mucha gente doblemente enojada. Primero con los criminales. Pero también con el presidente Felipe Calderón y su gobierno por no proteger a su gente. Cada muerto es un fracaso y una muestra de impotencia. No soy de los que creen que la masacre en Monterrey marcará un punto de inflexión. Quisiera que así fuera: el pueblo de México quiere un cambio, pero Calderón no va cambiar. Creo que los mexicanos están resignados a esperar la elección del próximo presidente, alguien que implante una nueva estrategia para enfrentar la violencia. Ojo, no estoy abogando por una tregua o una amnistía. Nadie, en su sano juicio, puede proponer una negociación con asesinos. Pero la estrategia militar dirigida por Calderón contra los carteles, aplicada desde su toma de posesión en 2006, simplemente no está funcionando: más de 40.000 vidas se han perdido en México, pero el volumen de drogas que fluye hacia los consumidores estadounidenses no ha disminuido significativamente. Las marchas de indignados, me temo, no van a cambiar el clima de violencia. Gritar “basta” ya no basta. Claro, pedir menos corrupción y más educación es básico. Pero eso es a largo plazo. Hoy urgen medidas concretas, y propongo cuatro que tuvieron mucho éxito para reducir la violencia en Colombia. Lo que México necesita urgentemente son medidas concretas y eficaces para frenar la criminalidad organizada, como las que Colombia llevó a cabo en la década de 1990 para dominar a los carteles de los estupefacientes. 1. México necesita crear una fuerza policial nacional para reemplazar a los más de 2.000 cuerpos de policía, que están mal entrenados y sin coordinación. 2. México necesita crear una fuerza elite e incorruptible dedicada únicamente a combatir a los narcotraficantes criminales. Los departamentos de policía y el ejército han demostrado, una y otra vez, que no pueden hacerlo. 3. Pegarle a los narcos donde más les duele: en el dinero, en sus cuentas. Por ejemplo, hay sospechas que existen algunos casinos que lavan dinero de los narcos y, tras cobrarse una comisión, se lo regresan en forma de cheque y limpiecito. Esto debe terminar. 4. México debe recobrar sus ciudades y sus carreteras, una por una. Eso fue lo que hicieron los colombianos en Medellín y Cali. Debemos recuperar Cuernavaca y Ciudad Juárez de manos de los carteles. México está casi solo en esto. Estados Unidos -el principal mercado de drogas del mundo- no está oyendo. Reducir el consumo de drogas no es una prioridad para los norteamericanos. Y no hay voluntad política para restringir el derecho constitucional a comprar armas de fuego. Por lo tanto, México está obligado a tomar medidas unilaterales. Y pronto. Estados Unidos pone los consumidores de drogas y las armas mientras México pone los narcos y los muertos. Eso no va a cambiar. Entonces, la pregunta es, ¿cómo evitar el narcoterrorismo?, ¿cómo reducir los actos de violencia contra la población civil? Esto ocurrirá cuando los narcos se den cuenta que el costo de matar civiles es demasiado alto y que es mejor bajar su perfil. Eso pasó en Colombia y eso debe pasar en México. Pero hoy los narcos matan y no pasa nada. La Comisión Nacional de Los Derechos Humanos confirma que la mayoría de los crímenes en México queda en la impunidad. México, por ahora, está reafirmando ese terrible cliché de ser un país donde no pasa nada. Mi peor temor es que tras la masacre de Monterrey las cosas sigan exactamente igual.