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Las periferias

Escuchaba al gobernante del Vichada hablar de su experiencia al visitar a sus gentes, que se encuentran bajo inundación

12 de agosto de 2018 Por: Jorge Humberto Cadavid Pbro

Escuchaba al gobernante del Vichada hablar de su experiencia al visitar a sus gentes, que se encuentran bajo inundación, a raíz de las lluvias que seguirán mucho más adelante del curso de este año y que han aumentado el cauce de los ríos: Orinoco, Meta, Negro, Guainía, Guaviare y Atabapo.

Se quebraba su voz ante la imposibilidad de una respuesta eficaz e inmediata al sufrimiento de sus habitantes. Describía que el desbordamiento de las aguas llegaba, en muchos de los corregimientos y municipios de esta región, hasta el techo de las viviendas, y que desde el aire la visión es de una inmensa región, más bien parecida a un humedal que a un asentamiento humano.

Ocho ríos, más de 16.000 familias afectadas, 16 escuelas y colegios abandonados en Inírida; hambre, frío, enfermedades y cosechas y animales perdidos y estos hermanos nuestros abandonados, sin la presencia real del Estado para tenderles la mano y abrirles el camino de la esperanza a un mundo mejor.

Colombia, muchas veces pensado como un país de regiones, pero que se ha dedicado a la modernización de las ciudades y no de todas, su prioridad ha sido lo urbano, se ha ideado desde el centro, es decir, desde Bogotá hacia las periferias, desde las capitales a los municipios y si queda tiempo hacia las zonas rurales.

Es así como encontramos territorios de nadie en las fronteras, en los lugares rurales en donde la infraestructura vial ni siquiera llega y por esto su aislamiento del desarrollo del país. Casos tan lastimosos como la indiferencia con el Chocó, las zonas del Pacífico, la Amazonía y estos departamentos de la otra Colombia, que en otro tiempo fueron Intendencias y Comisarías, pero por su inmensidad de territorio, ríos majestuosos y selva, se han quedado lejos del centro tanto en las vías de comunicación, como en el interés político del Estado y de los gobiernos de turno.

Los nuevos políticos que manejen la nueva política, en la que se entienda que ella y ellos deben ser servidores del ‘bien común’, buscando el bienestar y la realización de todos los colombianos sin distinción de partidos. Deben salir de sus escritorios y de su comodidad para acercarse al pueblo y escucharlo en sus necesidades.

Que mirándole a los ojos y tocando su carne y su dolor, puedan sensibilizarse con ellos, de tal manera que entiendan que la realidad es la que vive día a día su pueblo y que es allí en donde hay que empezar dando respuestas, como los primeros auxilios, que estabilicen el tejido social ya roto por tantas injusticias, y tantos años de indiferencia.

Todo para que se de el siguiente paso, en el cual se abandone toda clase de ideología que no pretenda el bienestar del ser humano, para que las regiones se unan a la gran familia colombiana y los hagan sentir partícipe de una Patria única y de todos.

Así se logrará la verdadera convivencia, en la cual el ciudadano recobre la esperanza en sus instituciones y gobernantes y desde él mismo se inicie el cambio de manera de pensar y actuar, para poder llegar a la Colombia en paz y en progreso.