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Es necesario indignarse

Una historia de dolor y de sufrimientos que no se sana fácilmente aconteció en nuestra Amazonía, como los muchos años de violencia, terror y miedo que han sufrido nuestros pueblos, los pobres, los desprotegidos, los que no cuentan

25 de febrero de 2020 Por: Jorge Humberto Cadavid Pbro

Quiero iniciar mi columna con esta frase con la que he encabezado mi opinión de hoy y que la tomo de la Exhortación ‘Querida Amazonía’, del papa Francisco, en su número 15, cuando dice: “Es necesario indignarse, como se indignaba Moisés (ex. 11,8), como se indignaba Jesús (Mc.3,5), como Dios se indignaba ante la injusticia ( Am. 2,4-8; 5,7-12; Sal. 106,40). No es sano que nos habituemos al mal, no nos hace bien permitir que nos anestesien la conciencia social mientras una estela de dilapidación, e incluso de muerte, por toda nuestra región pone en peligro la vida de millones de personas y en especial el hábitat de los campesinos e indígenas”.

Sí, son palabras referidas a lo que está sucediendo en la Amazonía y al momento de reflexión al que digamos tímidamente está entrando la humanidad por la toma de conciencia ecológica que por los desastres naturales se vio obligado el hombre y la política mundial a enfrentarlos; ya eran suficientes las historias de crueldad e injusticias ocurridas durante el siglo pasado en la Amazonía, y que deberían provocar un rotundo rechazo, pero eso debiera volvernos, con mayor razón, más sensibles para reconocer formas actuales de explotación humana, de atropello a la dignidad y de muerte. Una historia de dolor y de sufrimientos que no se sana fácilmente aconteció en nuestra Amazonía, como los muchos años de violencia, terror y miedo que han sufrido nuestros pueblos, los pobres, los desprotegidos, los que no cuentan.

No es sano que nos habituemos al mal, no podemos permitir que nos anestesien la conciencia social cuando convertimos en legal lo que no es moral o cuando no importan los medios que usamos para conseguir los fines que perseguimos haciendo mal uso de la información a través de las redes, anestesiando a la sociedad, por eso es necesario indignarse, para que se escuche el grito de las gentes, cansadas de sufrir y de esperar una respuesta, que por lo menos parta de los mínimos para ir logrando un proyecto más digno y humano de vida.

Adela Cortina dice de nuestro tiempo, que es tiempo de modestia: época light. La reflexión huye de los grandes sistemas y la acción de las grandes empresas. Las preguntas por la rectitud y la justicia, por la legitimidad del poder y la esperanza de salvación continúan pidiendo respuestas a una cultura que precisa contestarlas para recobrar su sentido. Una ética mínima. Pero una ética que se resiste a renunciar a lo mejor que hemos aprendido tras siglos de historia: el valor de la autonomía humana y la necesidad de un consenso -entendido como concordia, no como estrategia- para la organización de la vida jurídica y política. Por lo mismo, dice Zygmunt Bauman de la modernidad líquida, nuestra cultura: “Los triunfadores en esta sociedad son las personas ágiles, ligeras y volátiles como el comercio y las finanzas. Personas hedonistas y egoístas, que ven la novedad como una buena noticia, la precariedad como un valor, la inestabilidad como un ímpetu y lo híbrido como una riqueza; El nuevo modelo de héroe es el triunfador que aspira a la fama, al poder y al dinero por encima de todo, sin importarle a quien se lleva por delante”. Por eso es necesario indignarse.