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Equidad

“Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo. Movido a compasión el Señor de aquel siervo, le dejó marchar y le perdonó la deuda. Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y ahogándole, le decía: págame lo que me debes”, (Mt.18, 23-35).

22 de septiembre de 2020 Por: Jorge Humberto Cadavid Pbro

“Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo. Movido a compasión el Señor de aquel siervo, le dejó marchar y le perdonó la deuda. Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y ahogándole, le decía: págame lo que me debes”, (Mt.18, 23-35).

He tomado esta parábola del siervo sin entrañas para llegar a una reflexión que nos ayude a entender, no solo lo que nos está pasando en nuestras vidas con relación al otro, los otros y a entendernos en una verdadera y limpia comunicación en la cual las palabras lleven para los que se comunican el mismo contenido y no sirvan para engañar, falsear las decisiones o hacer equivocar a quien con buena e ingenua postura, sin maldad trata de buscar la verdad.

Por temporadas ha circulado un escrito cuyo autor no es a quien se lo adjudican, pero allí hay unas verdades que nos ayudan a entender el problema en que estamos metidos, porque son sofismas que hacen concluir errores en lugar de verdades, a saber: “Dejemos de matarnos, hay que acabar con la guerra, hay que escoger entre paz o guerra, es que al enemigo no lo podemos derrotar, es que nadie firmará la paz para ir a la cárcel. ¿Quiere prestar sus hijos para la guerra?”.

En la intelección de lo que en estas frases se afirma es que se ha llegado a la polarización en nuestro país e influenciados por las diversas ideologías, se ha tomado partido de un lado o de otro, que aun las mismas instituciones que antes daban la confianza a los ciudadanos, también han tomado partido y es así que han llegado al deterioro en el cual estamos sumidos todos.

He usado la palabra ‘equidad’ y he tomado la parábola del siervo sin entrañas, para entender que más que negociar la paz, en donde se premia a unos y se deja a otros sin este premio, ya se está faltando a la ‘equidad’, pues se está favoreciendo a unos y perjudicando a otros y la equidad consiste esencialmente en dar a cada uno lo que se merece en función de sus méritos o condiciones.

Por lo tanto, en lo humano es muy difícil lograr la justicia para todos, porque somos vulnerables y apasionados y perseguimos el poder por nuestras acciones y ahí es donde se pierde la equidad, por no implicar o aceptar algo más que humano, debido a ello es que traigo a colación la Palabra de Dios que nos revela clemencia y misericordia, que no son irracionales, sino supra-racionales y perfeccionan el quehacer del hombre y es lo que dice en el capítulo 5 de San Mateo: “Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos”.

La Iglesia, en su misión evangelizadora, que se hace presente en las parroquias, por medio de sus pastores, está llamada a liderar la verdadera renovación del alma humana, buscando unir y no dividir, amar y no descartar, perdonar y no vengarse y ser portadores de la clemencia y misericordia de Dios que fue capaz de dar la vida por justos e injustos, para la armonía del hombre y del universo.