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Entre la vida y la muerte

Cuarenta y cuatro kilómetros conforman el más lindo archipiélago colombiano, con la...

23 de noviembre de 2013 Por: Jorge Humberto Cadavid Pbro

Cuarenta y cuatro kilómetros conforman el más lindo archipiélago colombiano, con la densidad poblacional más alta de departamento en nuestro país: 1.603 habitantes por kilómetro cuadrado, 76.504 habitantes en total según datos del Dane del año 2005; repartidos en un 56% de ‘raizales’, 42% de mestizos y blancos y 2% entre colombianos del continente y extranjeros.El turismo con su agregado del comercio son sus únicas fuentes de sostenimiento, puesto que su escasa agricultura no alcanza a llenar las necesidades de la población y menos con una urbanización descontrolada que le resta su espacio y la pesca amenazada hoy por la respuesta de la Corte Internacional de La Haya. Hoy ven nacer una amenaza que sumada a las dos anteriores pueden llevar al olvido y a la muerte, este paraíso de la naturaleza el cual, a pesar de lo anterior, sostenía una paz natural que se ve alterada por los frecuentes homicidios que últimamente han acontecido y que destapan que ha llegado a la Isla el flagelo que hace tantos años encerró y llenó de miedo a la población continental, de la cual hoy hacen eco las diversas series de nuestra televisión. San Andrés y Providencia, verdaderos paraísos de la naturaleza, son las dos islas más pobladas del archipiélago el primero menos cuidado que el segundo, pero que todavía dejan ver la exuberante naturaleza de selva tropical y caribeña, con la luminosidad de un precioso mar de siete colores que se extiende rodeando las islas que reciben sus salobres aguas en blancas y doradas playas que por la depradadora acción de los seres humanos y el descuido y falta de pertenencia y amor de los raizales se va perdiendo su encanto, entre la indiferencia de sus habitantes que junto con la poca cultura del reciclaje y cuidado del medio ambiente, van llenando de basura contaminante y no degradable los espacios verdes para la agricultura, que a su vez es invadida por construcciones no bien planeadas y vigiladas para su buena finalización, de tal manera que son un atentado a la belleza natural y a la buena imagen de las Islas. Dos enfermedades mortales, sumadas al temor por la ola de homicidios que puede ir creciendo, como lo son la indiferencia a una cultura de la limpieza, el aseo y el buen vivir, como el no permitir construcciones inconclusas y en cualquier sitio ayudaría a que las fuentes de supervivencia que son el turismo y el comercio no se agotaran, como de la misma manera un buen gobierno que aplicara el ingreso de la tarjeta de turista que pagamos los propios colombianos con gusto si se destinaran al mejoramiento de la imagen y belleza, recogiendo basuras, limpiando playas, educando a la población para que defienda lo propio con una cultura medioambiental y de reciclaje que empieza por el hábitat del nativo y el mejoramiento de su sistema de vida.A San Andrés, Santa Catalina, Providencia y sus cayos, las defendemos, no con un subsidio de pesca, que como lo dice la propaganda radial le explique al pescador, por qué ahora los peces que atrapaba antes eran colombianos y ahora le pertenecen a Nicaragua, sino apoyándoles para que puedan vivir disfrutando la riqueza natural, en sencillas pero bien dotadas de lo mínimo para vivir con dignidad en sus casas, que tengan educación y salud para que comprendan la alegría y felicidad que da la imagen limpia y salubre de una sencilla pero hermosa naturaleza e integrando a unos y a otros como miembros de una única familia y no diferenciándolos con una especie de impuesto y pasaporte en la tarjeta de turismo.