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Todo me lleva a ti

La urgencia de apretar tornillos en distintos escenarios de poder. El muchacho este de las canas. Su chabacanería típica en el avión. El dueño del avión. El olor a plata sucia.

11 de abril de 2021 Por: Jorge E. Rojas

Los regueros de corrupción en los que resbalan el Alcalde y sus cortesanos ya no son novedad. Cada tanto una noticia rebasa a la otra y luego hay otra. Y lo peor es que después no pasa nada porque los entes de control permanecen aceitados como parte de una maquinaria que es mucho más grande de lo que se alcanza a suponer. Arriba están Las Baronesas. Las cito en plural por el RH y la caja menor que comparten, aunque todos sabemos cuál es la que manda y cómo es su idea de futuro, preservada en la burbuja casi perfecta que hasta ahora los mantiene blindados drenando recursos públicos a placer. Esa es una parte del plan. Contratos, nombramientos, reacomodos laborales, convenios interadministrativos, becas universitarias, los suvenires más clásicos a la hora de tranzar gente con precio, son repartidos por una sarta de zalameros y abogados prepago que se mueve en función de la necesidad.
A plena y clara luz del día, algunos reciben sueldos como asesores.
Sutiles ladrones de guante blanco, se creen. Pero untados hasta el cuello, poco a poco van salpicando huellas.

Otra parte del negocio transcurre en escenarios más hondos. Lo que hasta hoy olfateamos es apenas descomposición en capas superficiales porque al botín mayor no tienen llegada los funcionarios de medio-pelo que tropiezan con las cáscaras más simples. Es como la web y la ‘deep web’: con el internet de Emcali el buscador agrupa los nombres hasta hoy más evidentes en la nómina del CAM, digo, del clan. Mientras que en una búsqueda profunda aparece el organigrama ampliado en conexiones que, al menos por un extremo, articula un blanqueíto de dinero y par de cuentas offshore. Cosas de las lenguas viperinas, aclaro. Me explican todo como un armazón donde el nombre de Esteban Moreno apenas es otro en la lista. La historia bien podría darle vida a un nuevo capítulo del Cartel de los Sapos, esta vez con un renovado staff de emprendedores de alto de riesgo recitando letra con aperezado acento valluno. Todo suave. Todo bien. Todo melo.

Infaltable en esa línea de la narconovela, obviamente ahí es protagonista el exgobernador que se pintaba las canas. No lo menciono con nombre propio para evitar sus mensajes en tono de testigo de jehová, insistiendo que es un pobre santo crucificado. Así que no nos desviemos. La primera escena podría arrancar con un primer plano del dueño del jet donde posa para la foto que usa en su perfil de Instagram: el tipo es un paisano suyo, próspero guacariceño que también es propietario de un helicóptero, y quien habría sido el principal financiador de la elección de un congresista que en consecuencia tienen en la mano. Este senador vendría siendo un pequeño, útil y manipulable accesorio de bolsillo. Algo así como un monedero, digamos.

Después la escena tendría que derivar en uno de esos recuentos de archivo donde la pantalla se llena con recortes de prensa que ponen en contexto el rostro que acabamos de ver. Algunos titulares lo involucran con escándalos de corrupción y narcotráfico en México. Entonces el plano regresa al rostro. Esta vez es una foto del hombre pegada en un muro gris. De la cuadrícula fotográfica se desprenden hilos que llevan a otras fotos y a otras caras y a otros nombres. Al final, parte de los hilos pasan por Alí-ba Iván. Otros cruzan a La Baronesa. El dueño del jet tiene una empresa de construcción con raíz mejicana, que desde hace diez años desarrolla obras en el departamento.

Blanco es, gallina lo pone, frito se come. O Todo me lleva ti. Cualquiera podría ser el título del capítulo. El problema, al tenerlo así narrado, es que funcionaría para un público muy específico. Lo entenderán quienes lleven la pista sobre la forma en que nos están robando. Uno de esos guiones llenos de cabos sueltos para que el espectador se ponga a hacer nudos. Tiene esa dificultad. Gente cizañosa en todo caso la que se inventa estas películas. Me ponen a atar cabos y las vainas me cuadran.
El Alcalde, su hermano, su trabajo. La urgencia de apretar tornillos en distintos escenarios de poder. El muchacho este de las canas. Su chabacanería típica en el avión. El dueño del avión. El olor a plata sucia.
Ese tufo a cobre. El aliento a monedero. Esa certeza bien profunda, en el puro corazón.