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Steven

A veces este mundo de multitudes sigue siendo el mundo de las soledades. Y la historia de una mañana de lunes, lo último que nos queda de alguien.

21 de noviembre de 2018 Por: Jorge E. Rojas

En la última mañana fue al banco, cuenta Héctor Fabio Grueso, amigo suyo de la universidad Santiago de Cali donde se conocieron en la facultad de Comunicación Social. Años 90. Mitad de la década. Por ahí. En el estallido de esa ciudad convulsa se hicieron panas queriendo ser periodistas deportivos, con la ilusión de dos niños que contemplan la luna y se preguntan cómo ser astronautas para llegar hasta allá. De cierta forma su coincidencia fue la de varios compañeros de curso que también se hicieron amigos. Uno de ellos, flaco y de gafas, tenía una irrenunciable voz de locutor. Estaba Carlos, de memoria prodigiosa para la biografía del fútbol mundial: blanco, pelirrojo y pecoso, le decían Banano. El negro Edwin. Paquito. Estaba Héctor Fabio, y estaba él. Otros nombres se me escapan. Lo siento.

En su última mañana, Steven López Niño habló por teléfono con Jaime Orlando Dinas, el periodista deportivo que también era su amigo. Desde antes de dejar la universidad, Steven empezó a ser el periodista que se propuso y entonces, persistente, se fue abriendo camino en los medios de comunicación con mucha paciencia. Fue de esa manera como conoció a Dinas, con quien trabajó en un programa radial, así como trabajó en varias emisoras. Poco a poco la mayoría del gremio terminó por conocerlo: después de graduarse y de sumar años de experiencia, fue corresponsal de Futbolred -el portal de El Tiempo-, y hasta el 2017 fue jefe de comunicaciones del Deportivo Cali, cargo que debió dejar por el cambio de la Junta Directiva del equipo. En todos esos empleos Steven sobresalió por su profesionalismo y disposición.

Después de meses de incertidumbre había regresado a la radio -creo ahora al saberlo- para seguir siendo su propio sueño. Probablemente por eso asumió la pesadilla: las emisoras no contratan sino que alquilan espacios, y los arrendatarios, entonces, los distribuyen entre quienes se suman (periodistas y locutores por ejemplo) a través de menciones comerciales que ellos mismos deben salir a vender. No es ninguna novedad decirlo: nadie tiene sueldo, nadie tiene prestaciones sociales, nadie tiene contrato, no hay vacaciones, ni seguro, nada. Así funciona. Claro, no con las grandes cadenas ni con sus rancios comentaristas estelares. Hablamos de los periodistas que sobreviven para ser periodistas aun a pesar de todo. Incluso de ellos mismos.

Según las últimas conversaciones que había tenido con su amigo Héctor Fabio, las dificultades económicas, sin embargo, poco a poco parecían haber empezado a ceder. La última llamada con Dinas, cuenta, fue una llamada tranquila, un saludo, ningún sobresalto. En su cuenta de Twitter, @lopidelagente, la última vez que trinó, a las 7:34 de la noche de este domingo, su post fue un recordatorio que lo incluía: el horario y las llaves de la semifinal de la Liga Águila, que se jugarán el próximo 25. Ninguna señal. Ninguna pista. Ninguna alerta. Pero el lunes antes del mediodía, el cuerpo de Steven López Niño fue encontrado sin vida al interior de su casa, al sur de la ciudad. Tenía 39 años. 39. Y moría por lo que hacía.

El relato, tristemente, nos retrata. A veces este mundo de multitudes sigue siendo el mundo de las soledades. Y la historia de una mañana de lunes, lo último que nos queda de alguien.