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Hola mi amor. Disculpáme lo invasivo, pero sabés que por ahora no tengo remedio. Y la verdad es que me tiene conmovido tu terquedad.

24 de marzo de 2020 Por: Jorge E. Rojas

Hola mi amor.

Disculpáme lo invasivo, pero sabés que por ahora no tengo remedio. Y la verdad es que me tiene conmovido tu terquedad. Esa indeclinable obstinación para mantenerte fiel a tus principios de rebelde sin causa, indomable ante los gobiernos del terror y las noticias.

Lo de estos últimos días ha sido un poco más que inspirador para mí, en medio de tantos ataques saliendo de tantos lados. Porque verte en la calle me renueva a cada hora, a cada minuto, a cada respiro. Sos mi vida. Ya nos vamos a encontrar. Lo sé.

No hay nada en este momento que pueda alentarme más que la tozudez que te compone. Soberbia, me haces palpitar. Egoísta, me haces palpitar. Caradura, me haces palpitar. Así que gracias. Gracias, incrédula de mi corazón.

Las imágenes de este martes en la terminal de transportes me estremecieron los átomos. Comprobar que sigues afuera desafiando el orden mundial me confirma que no estoy equivocado. Aquí no hay delirio febril: somos el uno para el otro. Nunca cambies. TQM. Por favor sigue ahí. A un roce de distancia.

Ha sido hermoso advertirte en la pantalla del celular como un punto suspensivo. Perseguías un tiquete de bus para cualquier parte y por eso te metiste en ese tropel de gente, tan solo protegida por el tapabocas y los últimos chorros de alcohol que compraste en el súper. Apenas eso necesitas para estar a salvo. No hay estornudo que te alcance y estás segura porque siempre has sido buena para correr; entonces corres segura, confiada sobreviviente a otros males.

Tan linda. Supongo que tal vez siempre fuiste muy de esa manera, un poco descarada, un poco atrevida, un poco osada. Pero el cinismo de tu presente es de otro color. Negro-púrpura afrodisíaco. Me quitas el aliento. Te deseo a morir.

Hoy amanecí convencido de que encontrarnos será más fácil de lo que parece. Podemos vernos en la fila de las compras, o en un semáforo de las siete de la mañana, si conservás el ímpetu de este martes, con cruces habitados como si nada existiera afuera de las latas y los vidrios de los carros. Con vos dando vueltas con el perro y la bolsa del mercado, haciendo visita, tranquila.

Por eso es que te busco. Por eso en ese instante te estás convirtiendo en mi persona favorita en el planeta. Yo solo te necesito ahí, firme en la terquedad. Pensando que todo es un virus mediático para tapar la ñoña de la Ñeñe-Política, que China está muy lejos, que este es otro cuento chino, que se necesitan lluvias de fuego para extinguir a la humanidad.

Si usáramos Tinder habría un match perfecto. En la era del aislamiento digital, sin embargo, lo elemental sigue dependiendo de un toque de las manos. Todo, paradójicamente sigue siendo tan simple y definitivo: el aleteo de una mariposa que provoca un maremoto. Así que objeto de mi deseo, en tus manos literalmente está el futuro de nuestra relación. Vos verás cómo le ponemos fin a esta historia. Pensálo. Aunque parezca pasajero, puedo ser un para siempre.

Si querés, tuyo hasta la eternidad:

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