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Me… We

Al final de ‘Cuando Éramos Reyes’, el genial documental de Leon Gast...

8 de diciembre de 2014 Por: Jorge E. Rojas

Al final de ‘Cuando Éramos Reyes’, el genial documental de Leon Gast sobre la pelea del siglo (Muhammad Alí vs. Foreman, Zaire, 1974), el escritor George Plimpton aparece contando una anécdota que traduce la demoledora inteligencia de Alí. Ocurrió en la universidad de Harvard, cuando el campeón fue invitado para dar un discurso ante mil o dos mil graduandos; después de hacerles un conmovedor llamado a la responsabilidad para aprovechar los chances que como profesionales tenían de cambiar el mundo -las chances que él no tuvo-, Alí complació a la multitud que después de aplaudirlo le pidió que recitara un poema. Hasta ese momento, dice Plimpton, el poema más corto del que se tenía conocimiento en habla inglesa se titulaba ‘Sobre la antigüedad de los microbios’ y constaba de tres palabras: “Adán los tenía”. Aquella noche, como era costumbre cada que los reflectores se encendían para seguirlo sobre el cuadrilátero o abajo del ring, Alí le daría un puñetazo a la historia pero esa vez con dos palabras: “Me… We”. “Yo… Nosotros”, reza el poema más corto del mundo, autoría del más grande boxeador de todos los tiempos. Después de mucho tiempo y muchos golpes, de tantos aturdimientos, más de tres años sin boxear por no haber querido enlistarse para la guerra de Vietnam; después de haberse caído y levantado, el islam y su conversión, luego del odio que la mitad del país le tuvo por no haberse uniformado de botas y fusil, después de que esa misma gente que lo odió jurara amarlo siempre, tantas cosas que pasaron, las clínicas, los mareos, viejos puños rebotando en la cabeza, la vida que de vez en cuando se empezaba a hacer borrosa en algún respiro, vestido de traje y corbata, esa noche en Harvard Alí entregaría a la humanidad una poderosa lección de comprensión del mundo.El hermoso fanfarrón que se había pasado sus años más briosos humillando con boca y puños a todos los osados que se atrevieron a pelear con él, pudo darse cuenta de que incluso en un deporte individual como el boxeo, se necesita al otro. “Me… We” / “Yo... Nosotros”, dijo con la contundencia de un jab en el mentón dando a entender que ni siquiera un acto tan rudimentario como una pelea es posible en soledad: al boxeador no le basta la sombra para entrenar, necesita al sparring para afinar las manos, al kinesiólogo que le cure la luxación en los nudillos, el amor de unos labios que después del combate no reparen en suturas ni en costras de sangre, el abrazo reparador de mamá, la fe de los amigos, las manos tendidas de la gente. “Me… We” / “Yo… Nosotros”, en eso consiste todo. En eso siempre ha consistido.A pesar de nuestros recurrentes afanes autosuficientes, el mundo se ha construido en un esfuerzo colectivo que todavía lo mantiene en pie y girando en contravía de quienes diariamente se empeñan en destruirlo. Aunque lo parezca, la vida no es una lucha solitaria y cada cosa que hacemos influye en la composición del universo. La ley divina es la más perfecta dictadura social. El problema, quizás, es que esa es una de las tantas cosas que no nos enseñan en los colegios. Ni en las universidades, que rara vez enseñan algo útil, ni siquiera a los buenos poetas. Es la vida la que enseña. Y los golpes. Y las costras de sangre. Y el miedo. Y las caídas. Y las manos tendidas que a veces aparecen en la oscuridad.Este miércoles nosotros, Cali, ciudad golpeada por tantos golpes, tendremos la oportunidad de pensarnos y vernos como conjunto. No como esfuerzos e intenciones atomizadas, no como puños al aire de manos sueltas, sino como manos abiertas tendiendo puentes. Es un esfuerzo poético de la Arquidiócesis y su Observatorio de Realidades Sociales. A las cinco de la tarde, con un ‘Canto por la Paz’, comenzará en la Colina de San Antonio la presentación de una agenda concertada con más de cien organizaciones sociales que llevan tiempo trabajando por la constitución de un Plan Ciudadano de Paz que permita, al fin, articular las energías necesarias para hacerle frente a los golpes. No necesitamos estar aturdidos para comprender nuestro papel. Ya un hombre aturdido nos lo dijo hace mucho tiempo: “Me… We”.