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La masacre de la verdad

Los chicos que murieron en el cañaduzal, sin duda, estaban donde no tenían. Su crimen, sin duda, no lo resolverán desde las nubes

16 de agosto de 2020 Por: Jorge E. Rojas

Parece burla: el Ministro de Defensa dice que van a hacer una campaña para prevenir la violencia en Llano Verde y cuenta que la reforzarán con perifoneo desde el helicóptero de la Policía. Algo por el estilo de los drones con la voz del Alcalde recordando que el covid mata. Algo así de inútil; pero más grande. También prometió unos investigadores especiales de Bogotá y militarización. Es decir, lo mismo de siempre para lo mismo de siempre. ¿O cuántas veces hemos visto repetir la tragedia?

Lo más probable es que esta semana hagan bulla con algunas capturas. Cortinas de humo. Chivos expiatorios para la foto. En unos días, el noticiero de la noche contará historias esperanzadoras sobre las semillas de paz que el optimismo siembra en algunas cuadras. Y en poco tiempo el desastre se habrá llevado el rating a otro lado. Entonces nadie más que las familias que hoy los lloran, se acordarán de los cinco pelados que mataron en el cañaduzal. Nadie más preguntará por el hombre que murió, ni por los quince heridos que al otro día de la masacre dejó la granada que lanzaron contra el CAI del barrio. Apenas serán partículas entre el paisaje del olvido.

Desde hace seis años, cuando en Llano Verde empezaron a establecerse víctimas de la violencia de todo el suroccidente de Colombia, reinsertados y demás damnificados del conflicto, sobre las calles de la ciudadela han muerto al menos otros doscientos muchachos de los que hoy nadie habla. Carne de cañón de la que se han nutrido desde el principio, de la misma forma.

Aunque por WhatsApp circulan hipótesis sin nombre para explicar la última matanza, en las fronteras más oscuras del cañaduzal desde hace rato que da vueltas el alias de ‘Diego López’, un antiguo socio laboral de alias ‘Dimax’.

Hubo una versión según la cual ‘Dimax’ estuvo al mando de la última generación de una noventera banda de asaltantes que se hizo célebre por un par de atracos de película que hicieron en Cali. Pero esa fue solo una de las tantas leyendas que rodearon a Juan Carlos Vacca Castillo, como en realidad se llama el delincuente, capturado en el 2015 a los 27 años. Para ese momento ‘Dimax’ era el jefe de una de las oficinas de cobro con más prestigio delictivo en el departamento, ya que su alcance se extendía a todo el área metropolitana de Cali (Candelaria, Jamundí, Palmira y Yumbo), al igual que al norte del Valle. Cuentas mal hechas siempre le hicieron el inventario de al menos cien soldados permanentemente bajo su poder, pero ciertamente sus posibilidades se abrían incuantificables en cada pueblo. El muchacho comandaba un ejército de cientos de muchachos con hambre.

El de ‘Diego López’ parece tener cabida en el rompecabezas actual, porque ese alias tiene el sello de un reclutamiento reciente. Él conocía los caminos de ‘Dimax’. Sabía por ejemplo que varios de sus pequeños soldados aprendieron a disparar entre los sembrados de caña que hoy enlutan a Llano Verde. Y sabía también cómo está vacunado todo el comercio del Morichal de Comfandi, y el de toda la Comuna 15.

¿Puede ser ‘Diego López’ un exsocio recuperando terreno perdido en una plaza sin pierde? Pues sí. No por nada ‘Dimax’ estaba al servicio del Clan de los Úsuga, la temible máquina de recuperación con la que se alió el hijo de ‘Pacho Herrera’ en la búsqueda de los predios que su extinto padre dejó regados por medio país. Y por media ciudad. Los chicos que murieron en el cañaduzal, sin duda, estaban donde no tenían. Su crimen, sin duda, no lo resolverán desde las nubes.