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El Arzobispo y sus pecados

¿Cuántas hostias le habrán prometido al Arzobispo a cambio de la mención política que hizo desde el púlpito? Reproduciendo el video que lo dejó en el purgatorio web.

22 de octubre de 2019 Por: Jorge E. Rojas

¿Cuántas hostias le habrán prometido al Arzobispo a cambio de la mención política que hizo desde el púlpito? Reproduciendo el video que lo dejó en el purgatorio web, envuelto en la sotana y el micrófono que usó para condenar las blasfemias en contra del cristo que resucitó luego de ayunar 72 horas frente al CAM, recuerdo una anécdota que la actual Gobernadora del Valle contó y fue publicada en este periódico. Sucedió en medio de una de sus correrías por el departamento, cuando el curita de un pueblo la invitó a almorzar y en medio de las sacras viandas le disparó de frente por unos arreglos que urgía la parroquia; Dilian terminó pagando las reparaciones de su bolsillo y de buena fe, pero con una conclusión terrenal: fue un almuerzo carísimo.

Acostumbrados a estirar la mano para pedir en nombre del Señor, muchos sacerdotes van por el mundo degenerando la fe en lo que supuestamente representan. Hay excepciones, claro, pero cada vez más escasas. Casi un milagro. Para no ir tan lejos, basta recordar algunos versículos anteriores del evangelio del pecado que predica el arzobispo de Cali, Darío de Jesús Monsalve, defensor de un pederasta como su colega (¿y amigo?), el padre William Mazo. Para quienes no recuerden a este cordero de Dios, se trata del expárroco de Nuestra Señora de la Candelaria, ubicada en el barrio Alfonso Bonilla Aragón, al oriente de la ciudad, que en el 2012 fue condenado a 33 años de cárcel por abusar de cuatro menores a los que hacía frecuentar la casa cural ofreciéndoles regalos, comida y plata. Dos de esos chicos tenían entonces 10 y 12 años.

En el 2017, el abogado Élmer Montaña, quien asumió la defensa de las familias, sostuvo una conversación con Monseñor en la que Monsalve ofreció pagarle sus honorarios con tal de que abandonara el caso. La Arquidiócesis de Cali, en cabeza de ese mismo Monseñor, elaboró un “escrito de contestación del incidente de reparación” explicando que la culpa de los abusos la tenían los pequeños, por maleducados, y sus padres, por haber confiando en el sacerdote. Pero no es ahí donde se aprecia la real dimensión de este ser elevado que pondera de paz y negocia treguas con los matoncitos del ELN: tiempo después, Yaneth Blandón, la mamá de uno de los chicos, le suplicó que se retractara de aquella contestación con el membrete de la Arquidiócesis, a lo que Monsalve se negó, incluso después de recibir un video con la súplica de la mujer, enferma de cáncer y a punto de morir.

Esa fue la razón por la cual los familiares de las víctimas no asistieron a la liturgia que él organizó, en cumplimiento de la orden de un juez que obligó a la Iglesia de la ciudad a pedir perdón público por las aberraciones de Mazo. Las familias de los chicos -como es obvio-, exigían que la cofradía de la sotana también les pidiera perdón por insinuar que el violador había sido el mártir. Hasta el sol de hoy, por supuesto, no ha sucedido.

Lejos del juicio moral a esta canallada con clériman, Monseñor sigue desobedeciendo a la justicia, y no exactamente la Divina: como parte del acto de reparación, el juez también le había ordenado publicar la sentencia condenatoria en contra de la Iglesia, para que a la luz de la comunidad quedara en claro quiénes fueron los inocentes, y quién el culpable. En vista de su desacato, ahora está denunciado penalmente por el delito de fraude a resolución judicial y actualmente acopian pruebas en su contra. Serán cosas del cielo, digo yo: en unos meses, quién quita, este Monseñor, y el cristo que será Alcalde, pueden terminar crucificados en la Fiscalía.