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La verdad, el tiempo y la historia

Qué hacer, es la pregunta. No es conveniente eludir ahora a la sombra de acuerdos políticos, la grave realidad de los territorios dominados por mafias cuyo único lenguaje es el de las armas y el dinero.

2 de agosto de 2022 Por: Helena Palacios

Si se mira hacia atrás es recurrente el conflicto de la historia con la verdad. Maestros de la pintura dejaron alegorías a dicha dificultad que se descubren al observar sus creaciones. En el cuadro de Francisco de Goya, la Verdad, el Tiempo y la Historia, el Tiempo representado por un anciano lleva del brazo a la Verdad, la mujer de blanco, protegiéndola de la oscuridad, mientras sostiene un reloj de arena. Otra mujer simboliza la Historia en el acto de escribir. En la pintura de Jean-Léon Gérôme, La verdad saliendo del pozo, es representada por una joven desnuda en actitud beligerante con una fusta en la mano.

Muchos países cargan con el oprobio de violaciones a los derechos humanos. En ocasiones se escamotea la realidad hasta cuando se reconoce la tragedia y la responsabilidad colectiva, sin desconocer la de los criminales. El interés por la memoria se ha acrecentado y se expresa en distintas formas, con la pretensión de no olvidar la historia para no repetirla. En Alemania ha sido una forma de recuperar su dignidad como pueblo que se duele del holocausto. En España, en ‘El mirador de la memoria’, un conjunto de esculturas aluden al silencio sobre las víctimas de la guerra civil.

La Comisión de la Verdad en Colombia tiene propósito semejante con el acopio de múltiples voces de víctimas y victimarios, así como de actores de la vida pública y política. Precisa dicha Comisión que no es dueña de la verdad, sino que le pertenece a la verdad y debe esclarecerla abriendo caminos.

Más allá de la recepción que tengan las recomendaciones del informe final, por el amplio contenido se trata de un archivo histórico y repositorio del país en materia del conflicto armado, al que seguramente accederán personas y organizaciones con fines pedagógicos o culturales. Entre otros aspectos, será de interés su contenido sobre los territorios para entender más las regiones en sus particularidades; en especial para el Valle del Cauca con población tan diversa, en su gran mayoría compuesta por mujeres desprotegidas, según lo revelan los testimonios.

De Cali, el informe registra la herida social profunda que dejó el secuestro y las víctimas silenciadas. El miedo que se generó y la criminalidad en la región, añade el informe, activó el modo guerra como mecanismo de defensa para dar paso a otras violencias y desplazamientos hacia esta ciudad.

Sin duda, aún no pasamos la página, por el contrario, sigue la violencia y navegamos en una plataforma en que día a día se construyen nuevos capítulos para la historia. La Comisión ha comprendido el complejo entramado de la violencia en Colombia, así como el hecho de que el narcotráfico que todo lo permeó, sea el núcleo de la guerra. Si bien abundan ante el nuevo gobierno los abrazos de buena voluntad de algunos y de otros quién sabe con qué intención, está de por medio el gran desafío del tráfico de drogas ilícitas que debería ocupar un lugar preponderante en las agendas.

Qué hacer, es la pregunta. No es conveniente eludir ahora a la sombra de acuerdos políticos, la grave realidad de los territorios dominados por mafias cuyo único lenguaje es el de las armas y el dinero. Solo sin ellas podrá recuperarse el tiempo perdido, de modo que retornen los palenques soñados a los campos y vuelvan los pájaros a cantar.

Cuando cese la violencia y emerja la verdad, habrá futuro.

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