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Uribe y Santos, ¿diferentes?

El primero escogió al segundo. Pensaba que seguiría sus directrices y su...

10 de junio de 2013 Por: Gustavo Moreno Montalvo

El primero escogió al segundo. Pensaba que seguiría sus directrices y su proyecto político. Sin embargo, Santos tenía su propio sueño de eternidad, y decidió lo natural: desplegar autonomía. Ninguno de los dos reconoce el fracaso ante los retos que enfrentamos: instituciones inadecuadas que inducen corrupción e ineficiencia; estrategia de desarrollo que no construye conocimiento; actividades ilícitas fruto de prohibiciones ajenas. Los primeros dos, Estado mal armado y estrategia económica inapropiada están relacionados y requieren revisión, pero ninguno de los dos lo admite. Ambos están presos de su aspiración a una eternidad esquiva. Uribe, obsesivo contra las Farc desde la muerte violenta de su padre, lleno de ira contra sus críticos, escribe con inteligencia pero sin rigor. Santos, ministro de Gaviria, Pastrana y Uribe, busca acomodarse a las expectativas de los votantes, su mercado objetivo, como mecanismo para lograr el propósito inmediato: la reelección. Mientras los dos líderes del establecimiento se trenzan en el pugilato, la ilusión de encontrar el rumbo para el desarrollo integral se disipan, las expectativas de crecimiento robusto y reducción de la pobreza se alejan, y la corrupción se entroniza. Ambos quieren que las cosas salgan mejor, pero no sacrifican sus ambiciones. La paradoja es que ninguno logrará el anhelado reconocimiento. Su cosecha será flor de días, porque el mundo cambia rápido, las barreras entre países se disuelven a pesar de los obstáculos de los gobiernos, y los problemas y oportunidades que la humanidad enfrenta desbordan las aspiraciones de líderes locales.¿Qué hacemos? Los partidos no tienen la fuerza necesaria para rescatarnos de los esquemas caudillistas. El Partido Verde agoniza porque no había fundamento en el compromiso de sus líderes. La izquierda parece contagiada por el protagonismo y es obstáculo para formular esquemas diferentes. No se quiere reconocer la verdadera dimensión de nuestros problemas, fruto de la forma como está armado lo público y en parte de la guerra de la coca y la amapola. Se ha esbozado un proceso para separar del conflicto al cartel más estructurado, pero la ceguera del poder impide clara previsión para evitar que el vacío de un acuerdo de paz se llene con acción de otros carteles. Mientras otros países parecen encontrar rutas a la prosperidad, nosotros la proclamamos sin bases reales. La solución: Uribe y Santos deben reconocer las realidades, pues solo ellos pueden impulsar los cambios necesarios. ¿Tendrán la grandeza requerida?