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Soluciones para el Pacífico

Las soluciones para los problemas del Pacífico colombiano deben ser efectivas. No pueden limitarse a la atención a solicitudes puntuales de los voceros de las comunidades, ni deben diseñarse con criterios de mandos medios en Bogotá.

30 de junio de 2017 Por: Gustavo Moreno Montalvo

Las soluciones para los problemas del Pacífico colombiano deben ser efectivas. No pueden limitarse a la atención a solicitudes puntuales de los voceros de las comunidades, ni deben diseñarse con criterios de mandos medios en Bogotá. Habrá expresión periódica de inconformidad si no se aborda el asunto en forma apropiada, a partir de datos y hechos relevantes: Colombia tiene cincuenta millones de habitantes, y su única salida al ámbito de crecimiento económico del mundo es Buenaventura. La Costa Pacífica carece de Estado efectivo, y es presa del narcotráfico, el lavado de activos y el comercio ilícito de armas. Las necesidades básicas insatisfechas fuera de Buenaventura exceden el 60%, cuando más de 30% debe ser motivo de la máxima alerta. La estrategia natural parte, por consiguiente, de impulsar la inversión pública y privada en Buenaventura para dinamizar su economía, y así crear oportunidades para toda la población de Chocó y la franja costera del Valle, el Cauca y Nariño, cuya cultura es afrocolombiana en proporción abrumadora.

La tarea es colosal, pero los frutos serían contundentes. Se debe lograr en dos décadas que el ingreso per cápita de la Costa Pacífica sea similar al ingreso per cápita de Colombia hoy. Se requieren esfuerzos enormes en educación para toda la población, con el propósito de hacerla funcional ante las exigencias del Siglo XXI y al tiempo robustecer las raíces culturales propias de la región para asegurar la sostenibilidad social de la estrategia. Se necesita identificar oportunidades de negocios, por competitividad y atractivo, en las grandes corrientes del comercio internacional, y aprovecharlas en forma efectiva. Es preciso tener visión de metrópolis, y anticipar crecimientos urbanos como no se han vivido en Colombia desde los años 60, para lo cual cabe el desdoblamiento de la ciudad hacia la península de Aguadulce.

Buenaventura debería ser la ciudad más próspera de Colombia, como Guayaquil es la más próspera de Ecuador por razones similares. Hacia allá deberían irse los recursos de regalías que hoy se diluyen en los cacareados 10 mil proyectos de Planeación Nacional, cuyo verdadero propósito es la consolidación de nuestros políticos profesionales actuales. Como el asunto desborda al capital nacional, se debe aprovechar la orientación globalizante de Xi Yinping, gobernante de China, y la existencia del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, que permite la exportación sin gravámenes con sólo 35% por ciento de valor agregado nacional. Se puede aducir como ventaja comparativa la flexibilidad laboral que consagra la Ley 218 para las Zonas Económicas Especiales de Exportación, pero no deja de preocupar que la gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro, pida para los inversionistas ventajas en materia fiscal que serían contrarias a los compromisos de la Organización Mundial de Comercio, entidad a la cual está vinculada Colombia, y a la pautas de la Ocde, club de países ricos enemigo de toda ventaja fiscal.

El reto exige audacia: no enfrentarlo es faltar al deber moral de encontrar camino para la población más pobre de Colombia. ¿Habrá audiencia en Bogotá?

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