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Región y agroindustria

Con políticas públicas acertadas la región despegaría. Crecimiento rápido con mejor Estado desembocará en aumento de la clase media, con consecuencias estabilizadoras desde la perspectiva social.

7 de diciembre de 2021 Por: Gustavo Moreno Montalvo

El valle medio del río Cauca tiene vocación agroindustrial, con foco en alimentos para animales y humanos, fibras vegetales con valor agregado y energía. Llegó a tener más de 30 mil hectáreas en algodón de fibra larga para exportación, pero hoy está muy centrado en caña de azúcar, con más de 240 mil hectáreas.

Hay algunos cultivos de frutas, como papaya y uva, y también hay maíz, pero enfrenta las limitaciones por inadecuadas políticas públicas para impulsar cadenas de valor con base en agricultura. El país ha permitido que la agricultura y manufactura pierdan participación en el producto interno bruto más allá de la explicación técnica por tercerización de servicios profesionales hoy no incluidos en el PIB de los sectores productivos.

El grueso de las exportaciones corresponde a petróleo, sin tener reservas muy importantes de crudo ni costo marginal bajo para aprovechar las que tiene. La protección no arancelaria al modesto aparato productivo, la inadecuada articulación entre sector público y sector privado para asumir compromisos de largo plazo con el propósito de aprovechar ventajas comparativas relativas, el esquema estático para planificación a cargo de gobierno central y entidades territoriales, la pésima calidad de la educación pública, la inadecuada infraestructura y la incapacidad del Estado para ejercer el monopolio de la fuerza son elementos inhibitorios.

El departamento del Valle del Cauca tiene ingreso per cápita similar al promedio nacional; hace medio siglo lo excedía en 40%. Además su tasa de homicidios dobla la nacional. Algo se ha hecho mal, y es preciso corregirlo. Se debe abrir de verdad la economía nacional sin poner en peligro el aprovechamiento de las ventajas.

Así como no tiene sentido suprimir la exploración petrolera, es necesario diversificar la canasta exportadora con inteligencia. Ello implica mejorar la calidad del gasto público para lograr más con menos, de manera que haya espacio fiscal para evitar fluctuaciones cambiarias por aumentos transitorios en el precio del petróleo, que pueden destruir el aparato productivo.

El comercio exterior del país no suma hoy siquiera un tercio de lo que debería sumar para tener tasas de crecimiento importantes. Si la economía crece con apoyo en las posibilidades que hoy no se aprovechan habrá menos volatilidad en la tasa de cambio, lo cual permitirá estabilidad para cadenas productivas, las cuales, a su vez, promoverán el crecimiento de la ciencia y la tecnología, y la necesaria innovación.

El país debe reconocer que buena parte del mundo desarrollado tiene políticas de protección a la agricultura. Ello obliga a la cautela en la apertura, con estrategias ordenadas y asignación racional de recursos.
Por ello sorprende la miopía de la Superintendencia de Industria y Comercio, cuyos lineamientos inhiben la captura de valor mediante el trabajo integrado en el clúster azucarero central para la región.

La asignación racional de recursos sin perjuicio para el consumidor debería ser parte integral de las políticas que la región debe exigir al gobierno nacional, al igual que la presencia del Estado en las zonas de ladera para aprovechar la tierra en cultivo de frutas y verduras. Con políticas públicas acertadas la región despegaría. Crecimiento rápido con mejor Estado desembocará en aumento de la clase media, con consecuencias estabilizadoras desde la perspectiva social.
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