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¿Queremos industria?

No parece. Además de los problemas de la economía internacional, hay factores...

2 de enero de 2013 Por: Gustavo Moreno Montalvo

No parece. Además de los problemas de la economía internacional, hay factores que atentan contra la viabilidad de la industria manufacturera en Colombia imputables al país, a quienes nos gobiernan y a todos nosotros. Uno muy mencionado es el atraso de la infraestructura, no solo la vial y portuaria, sino también la urbana. También pesa el elevado costo de la electricidad, que no se explica en un país con abundancia de recursos energéticos. Obedece a las distorsiones que quizás introducen en la tarifa los generadores organizados, bajo el amparo de un marco regulatorio que presume libre competencia en la generación, y además garantiza elevada rentabilidad a quienes proveen el servicio de transporte y distribución. Otro factor es el alto costo laboral, con sobrecargas que hacen diferencia en actividades intensivas en mano de obra. Se espera que parte de este problema se corrija con la nueva reforma tributaria. También cuenta el elevado costo del dinero, consecuencia de la filosofía miope de nuestro banco central y la Superintendencia Financiera, a quienes preocupa tanto el riesgo de colapso del sistema bancario como un todo que se han centrado en asegurar el éxito de la actividad, en detrimento de sus usuarios y deudores. Es de especial importancia señalar que la tasa de cambio del peso contra el dólar no refleja nuestra productividad frente a la de Estados Unidos. Por ello nuestra producción resulta muy costosa aun para la venta de productos en Colombia. No sobra recordar que el dólar está sobrevaluado como consecuencia de los flujos de capital internacional que compensan el déficit comercial, movidos por la confianza que sus instituciones y su tamaño inspiran, de lo cual se desprende que si el dólar se ajustara frente a otras monedas, nuestra economía, bastante atada a la de Estados Unidos, se haría un poco más competitiva en el concierto internacional. Lo cierto es que hemos optado por una estrategia minero energética que propicia la enfermedad holandesa a menos que haya un esfuerzo por exportar ahorro, público y privado. Finalmente, los altos costos de la guerra de la coca son desperdicio de recursos que de otra manera se dedicarían a propósitos con alguna incidencia en la productividad de nuestra sociedad.En todos los factores enumerados inciden el Gobierno, las autoridades judiciales, el legislador y las administraciones locales. El mal diseño institucional hace difícil que estos actores hagan algo diferente o acierten en su desempeño. Los conciudadanos, con nuestra pasividad y en muchos casos con la complicidad o participación en conductas corruptas, contribuimos de manera efectiva a hacernos el daño. Además no somos exigentes en cuanto a la calidad de la educación que reciben las nuevas generaciones, quienes tendrán el reto de innovar y adaptar tecnologías para insertar al país en la era del conocimiento. Sin industria no hay propósito para muchas ramas del saber, paso indispensable en el recorrido hacia la prosperidad sostenible, y para el aprovechamiento inteligente de los recursos naturales. ¿Queremos eso?