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Hemos avanzado mucho desde la edad de piedra. Superamos la condición de...

4 de febrero de 2013 Por: Gustavo Moreno Montalvo

Hemos avanzado mucho desde la edad de piedra. Superamos la condición de cazadores y recolectores, cultivamos la tierra, hicimos ciudades e inventamos la escritura. Aprendimos a manejar los metales. Entre el Siglo XVI y comienzos del XX cuadruplicamos nuestro número. En los últimos cien años repetimos la tarea y volvimos a cuadruplicar la población. Occidente lideró el camino para construir sistemas sociales que permitirían atender las necesidades básicas hasta de diez mil millones de personas. Se avanzó en el entendimiento de las fuerzas fundamentales de la naturaleza, el mundo se volvió urbano, la vida se prolongó, el género femenino logró acceso a espacios antes vedados la producción de bienes y servicios se masificó y automatizó, y la sociedad global se interconectó. Con el progreso surgen nuevos problemas. Los más visibles son los de la sostenibilidad ambiental y el riesgo de guerra de destrucción total. Sin embargo, también deben preocuparnos otros cambios importantes. Se redujo la fase productiva de la vida, porque se requiere más preparación y la capacidad laboral termina cuando aún restan 20 ó 30 años. Aumentó la diferencia en ingresos entre quienes dirigen las organizaciones y quienes ejecutan sus órdenes; preocupa más que los procesos de selección para los altos cargos suelen ser deficientes, que los mecanismos para definir remuneración según resultados no incorporen en muchos casos consideraciones éticas, y que la institucionalidad tiene dificultades para construir nexos permanentes entre entidad y trabajadores. Además se han diluido los esquemas de relaciones entre las personas, hoy mediados por la tecnología, que multiplicar los vínculos y los empobrece en el plano afectivo. El reto de sobrevivir no se limita a lo material. No basta asegurar las necesidades básicas. También es preciso proteger y estimular la posibilidad de pleno desarrollo de la personalidad. Ello involucra las decisiones vocacionales y también el respeto por la diversidad de gustos, opiniones y criterios. Naturalmente, debe haber límites porque el arbitrio individual no puede poner en peligro la permanencia del sistema social. Es fácil identificar conductas inadmisibles, pero es muy difícil encontrar soluciones que permitan aprovechar el conocimiento acumulado. Si la humanidad se organizara mejor, habría mayores probabilidades de supervivencia colectiva, en condiciones aceptables desde la perspectiva moral. El tiempo pasa, y los líderes del mundo no aceptan que las instituciones públicas y privadas del mundo deben cambiar. ¿Será tarde para el hombre, como ha sostenido el poeta William Ospina?