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Mundo y humanidad

La conformación de imperios europeos con posesiones en el resto del mundo se apoyó en la esclavitud hasta el Siglo XIX.

2 de noviembre de 2021 Por: Gustavo Moreno Montalvo

La vida en el planeta Tierra tiene casi 5 mil millones de años, en tanto que los humanos existimos solo desde hace 300 mil años. Hace 10 mil años se logró acumular energía mediante la agricultura, que transforma la energía solar en fuente de alimentación almacenable. Este logro facilitó el aumento de la población y la instauración de ordenamientos diversos, más complejos que los grupos del paleolítico, hasta formar imperios con estructuras sociales compuestas por estamentos de guerreros, sacerdotes y trabajadores. El establecimiento de urbes y la mejor distribución del trabajo fueron procesos lentos, y el ordenamiento de sociedades y economías dispar e inconsistente, con crisis periódicas alimentadas por plagas y fluctuaciones de temperatura.

Hace cinco siglos los navegantes de Europa Occidental trascendieron su ámbito inmediato; los portugueses cruzaron el cabo de las Tormentas y navegaron el Océano Índico, mientras los españoles surcaron el Atlántico en busca de Asia y encontraron a América.

La conformación de imperios europeos con posesiones en el resto del mundo se apoyó en la esclavitud hasta el Siglo XIX. En los últimos dos siglos aumentó en la productividad de forma sin precedente, con apoyo de los combustibles fósiles resultantes de la descomposición de vegetales y animales sepultados bajo la superficie por millones de años y accesibles con costos bajos. La revolución industrial facilitó la explosión poblacional en todo el planeta: el número de los humanos se multiplicó por diez en el último cuarto de milenio.

No se tuvo en cuenta el impacto de la combustión en el ambiente. Ahora se sabe que la acumulación de dióxido de carbono y metano producto de la combustión y el aumento de los vacunos impide que el calor solar salga de la atmósfera, con efecto de invernadero; este es quizá el más angustiante problema ambiental, más no el único. La tarea compete a toda la especie, como también la atención a las implicaciones éticas de posibilidades de la tecnología: hay armas de destrucción total, información íntima a disposición de quienes proveen canales para el flujo de información y pueden aprovecharla para inducir conductas mediante manipulación, y posibilidades de ingeniería genética para producir entes vivos inteligentes diferentes de los humanos aunque muy parecidos.

Los sistemas políticos de hoy son inadecuados para enfrentar los retos que tiene la especie con carácter global. El conjunto de países existente, producto de accidentes históricos, no es homogéneo por tamaño, población y nivel de desarrollo relativo. Los países pobres aspiran a mejorar su nivel de vida, lo cual conllevaría aumento en el consumo de energía, con implicaciones climáticas serias, a menos que hubiera verdadera revolución en la base de producción y consumo, las reglas para la convivencia y la geografía política, y las instituciones privadas y públicas que impulsan y supervisan la gestión.

Es preciso hacer mucho más eficiente el uso de energía, de modo que se pueda superar la pobreza sin erosionar la calidad de vida de quienes hoy tienen buen nivel. Además será preciso asegurar la protección de la individualidad de manera efectiva, en los términos convenidos de derechos básicos que son cimiento de Naciones Unidas: los caminos totalitarios son inaceptables. La epopeya de la especie, utópica con la lupa del pasado, exige mentalidad amplia para sobrevivir y prosperar.
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