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En los años 70 se introdujo en Colombia la guerra del centavo,...

22 de agosto de 2011 Por: Gustavo Moreno Montalvo

En los años 70 se introdujo en Colombia la guerra del centavo, en acto de adoración por las fuerzas del mercado que no tuvo en cuenta la calidad de monopolio natural del transporte de pasajeros, donde caben particulares pero bajo reglas precisas. Este primer paso en falso promovió la congestión de las vías sin mejorar el servicio. Para resolver el problema de los buses en Cali se estudiaron diversas alternativas desde mediados de los 90. La más conveniente desde la perspectiva social y económica era el tren ligero. Sin embargo, requería mayor inversión pública inicial que un sistema de buses. Se optó por un esquema, eficaz en Curitiba, Brasil, que había introducido Enrique Peñalosa en Bogotá, y que reduce la cantidad de vías para los demás con el propósito de facilitar el flujo de buses. Ahora sabemos que la inversión costará más del doble del estimado inicial y más que el sistema de tren ligero. Además se demorará el triple, con perturbaciones enormes durante diez años para la sufrida población. No se ha hecho lo más importante para reducir la presión sobre las vías: una planeación racional para recuperar los barrios del centro y aumentar la densidad poblacional en su nodo crítico, donde ya hay una infraestructura de servicios públicos, y donde convergen todos los caminos. Se optó por la expansión hacia el Sur, el Oriente y las zonas de ladera. Quienes administraron la ciudad en los últimos tres lustros fracasaron en movilidad: las vías no son adecuadas, no hay un plan global de centro, no hay mecanismos coercitivos efectivos y no existen reglas efectivas para restringir la presencia asfixiante de las motos. El sistema de transporte masivo no funciona en pleno, pues se dejó para el final la vinculación de Aguablanca, el elemento más importante según los estudios. Además no hay una autoridad única de transporte, esencial para el funcionamiento eficaz de cualquier sistema de transporte masivo. A pesar de las intersecciones en ejecución con recursos de las megaobras, falta mucha obra física para eliminar cuellos de botella. Ahora se pretende privatizar el espacio público adyacente a la línea férrea para hacer una autopista con peaje. Este adefesio cercenará el desarrollo del tren de carga en el interior de la ciudad cuando el servicio férreo resucite en Colombia.Lograr movilidad no implica obras. Más importante es tener una pedagogía de convivencia. El mayor deber de quien nos vaya a gobernar los próximos cuatro años será reeducar a la sociedad de Cali para que aprendamos a pensar unos en otros y a buscar un entendimiento efectivo. Pese al escepticismo de un columnista de El País hace unas semanas, sí es posible diseñar soluciones para beneficio de muchas partes sin que haya perjudicados. La promoción del respeto, normas claras y presencia de autoridad serán pasos decisivo para atender los problemas de movilidad, mitigar la criminalidad, la contaminación, el ruido y el irrespeto por lo público. ¿Escogeremos bien?