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Fuego en la loma

Este año de elecciones puede ser el primero en la vida de nuestra nueva ciudad, sin miedo a pensar en grande, con vocación de transformación permanente y compromiso con conductas consistentes con un futuro mejor.

24 de febrero de 2019 Por: Gustavo Moreno Montalvo

Hace unos días Cali se conmovió por incendios en las lomas. El humo y las pavesas perturbaron a la comunidad de buena parte de la ciudad. Se quemaron casi 200 hectáreas. Sin embargo, lo grave no es lo perceptible, sino la debilidad de los mecanismos de control social: los nexos de confianza mutua en la sociedad colombiana, en general, son débiles, y en el caso de Cali aún más.

El asunto es preocupante: no somos conscientes de la importancia del medio ambiente, y por eso no expresamos suficiente indignación frente al daño evidente, por conductas criminales, ni impulsamos el desarrollo de instituciones públicas que alimenten la confianza de los ciudadanos, de manera que haya respeto como cimiento de la convivencia, en vez de impulsar la corrupción y, en el mejor de los casos, la ineficiencia en el uso de los recursos.

La humanidad debe hacer grandes cambios en las próximas décadas para evitar catástrofes fruto, en primer lugar, del desmedido crecimiento de su número, que pasó de 800 millones a 7500 millones y, en segundo lugar, del uso indebido de los combustibles fósiles, sin tener en cuenta que las energías no renovables tienen consecuencias complejas para el ambiente. El consumo per cápita de carbono debe disminuir en los países ricos y no aumentar mucho en los pobres.

El cambio climático no se limita al calentamiento como consecuencia del efecto invernadero por la acumulación de dióxido de carbono y metano en la atmósfera; también incluye la acidificación de los mares, la acumulación de residuos no reciclables, algunos peligrosos, y el envenenamiento de animales y plantas. La competencia por recursos escasos puede desatar conflictos bélicos de proporciones impensables.

Mientras la especie responde a pesar de sus inadecuadas instituciones, puede hacerse tarde. Comunidades como Cali pueden hacer diferencia si diseñan y ponen en práctica esquemas de gestión sostenible desde la perspectiva social, económica y ambiental para la ciudad y sus municipios adyacentes. El mundo necesita ejemplos. Punto de partida debe ser la construcción de una visión compartida de propósitos, estrategias y procesos públicos, a partir de sus ventajas comparativas.
En esa tarea están comprometidas diversas entidades cívicas bajo la batuta intelectual de Pro Pacífico, antes FDI.

Acto seguido deben convocarse fuerzas cívicas para materializar esa visión compartida, elemento fundamental de la cual debe ser el espacio para las diferencias y la libre deliberación bajo el principio del respeto mutuo como regla de convivencia. En contraste con Medellín y Barranquilla, Cali no ha intentado buscar un camino diferente, pero puede y debe hacerlo: al fin y al cabo, al igual que en el caso de Palmira, su tasa de homicidios es el doble de la nacional. Los problemas pueden convertirse en oportunidades si se enfrentan con audacia y decisión.

Este año de elecciones puede ser el primero en la vida de nuestra nueva ciudad, sin miedo a pensar en grande, con vocación de transformación permanente y compromiso con conductas consistentes con un futuro mejor. La decisión es de todos los habitantes de la ciudad. Hay que expresar indignación con lo reprochable e impulsar lo deseable. ¿Cabe duda?

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