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El libre desarrollo de la personalidad

El libre desarrollo de la personalidad no solo está inhibido en la...

13 de septiembre de 2016 Por: Gustavo Moreno Montalvo

El libre desarrollo de la personalidad no solo está inhibido en la periferia colombiana, donde campean grupos ilegales al son de la coca y de la minería sin reglas. Preocupa aún más la grave situación de los barrios en las grandes ciudades, donde los jóvenes no tienen aliciente para construir mejor futuro, y encuentran su espacio en el despliegue de violencia y en la amenaza permanente a la ciudadanía, vulnerable y desamparada.El modelo extractivo de desarrollo ha sido desafortunado. Tras las cifras de crecimiento con base en petróleo se ocultan problemas que aumentan todos los días, porque la sociedad no evoluciona de manera sana y armónica, sino en forma excluyente, sin ofrecer oportunidades, y aborda las desigualdades con dádivas que ahora, con el precio del crudo a mitad de lo que era hace apenas dos años, pueden no ser sostenibles si no mejora la calidad del gasto público.La situación obliga a pensar. No podemos limitarnos a delegar la tarea en quienes tienen la responsabilidad formal. Tampoco podemos invertir en reproches las energías necesarias para rescatar a Colombia. Poco sirve cultivar odios de santistas a uribistas y viceversa. Claro que habría sido más fácil usar bien la plata del petróleo en su momento, pero no es tiempo de llorar por lo que no supimos hacer. La tarea es para todos los ciudadanos, de todos los colores del espectro político. Creíamos estar vacunados contra imprevistos y tener el progreso asegurado, pero ya afloran realidades de las cuales no podemos escapar: el desempleo empieza a subir, las ventas del comercio están estancadas, y hasta las utilidades de los bancos se reducen. ¿Qué hacer?Hay gastos irrevocables, como las pensiones y los intereses sobre la deuda pública, que ha subido en forma dramática, de poco más de veinte por ciento del producto interno bruto a más de cuarenta en la era Santos. Hay gastos de funcionamiento necesarios que admiten grandes mejoras en productividad, para obtener mucho más con los mismos recursos, como la operación de la justicia y la policía, y hay asuntos que se deben cambiar a fondo. El más importante es la educación. En las grandes concentraciones urbanas, las instituciones educativas deben ser el eje de la vida de la comunidad. Su tarea no se limita a preparar a los niños y adolescentes, sino también a sus padres, que también son educadores y además deben mantener vigencia laboral. Las sedes escolares deben ser de tamaño mediano para evitar la despersonalización y la criminalización de los educandos, e incorporar áreas recreativas para uso general. Hay que desmontar la relación enferma entre el Ministerio y la Federación de Educadores. ¿Podremos?