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El centralismo es fatal…

…pero los colombianos parecemos dispuestos a asumir sus nocivas consecuencias. En Bogotá...

14 de septiembre de 2013 Por: Gustavo Moreno Montalvo

…pero los colombianos parecemos dispuestos a asumir sus nocivas consecuencias. En Bogotá se hace referencia a la provincia cuya ignorancia obliga a la sabia intervención de la capital en las decisiones del sector público. Más allá, el sector privado también concluye que las empresas deben ubicarse donde convergen el mercado y las decisiones del estado y el sector financiero. El resultado es un proceso de desarrollo cojo, en el cual las costas no poseen el papel estratégico que tienen por geografía. El país firmó tratados de libre comercio de importancia trascendental para nuestro futuro, primero con México bajo Gaviria, cuando Juan Manuel Santos era ministro, y después con EE. UU. bajo Uribe. Ahora adelanta pasos para hacerlo con la Unión Europea, pero no hay planes para una inserción eficaz en la sociedad global, con beneficio para todos. Los tratados serán convenientes durante un tiempo para quienes participen en la exportación de recursos naturales no renovables. Después vendrán el llanto y el crujir de dientes. El centralismo es fatal porque inhibe el desarrollo de estrategias regionales serias y diluye las responsabilidades. Las personas con vocación de liderazgo se forman con inclinación a la subordinación. Al fin y al cabo, ellas serán siempre una instancia intermedia. En contraste, las reglas de gestión indican que las decisiones se deben tomar lo más cerca al sitio donde se tiene la información sobre sus implicaciones. Esto significa que las instituciones se deben diseñar para que haya personas idóneas, con responsabilidad y autoridad en cada comunidad. En la práctica, eso no ocurre en Colombia. Por esta razón Buenaventura no es un capítulo central de la estrategia de desarrollo del país: En cambio enfrenta pobreza, violencia y desempleo extremos, cuando debería ser la ciudad más próspera de Colombia y el punto de asentamiento de empresas industriales chinas con interés en aprovechar nuestro acuerdo bilateral con EE. UU., que solo exige 35% de valor agregado nacional para acceder a los beneficios arancelarios previstos. El centralismo, la corrupción y la actitud provinciana son los mayores obstáculos al desarrollo del país. Nuestras instituciones públicas promueven su permanencia. Es el mayor freno al crecimiento económico y a la reducción de la desigualdad, objetivo en cuya búsqueda se gastan sumas enormes sin lograr resultados necesarios. No es posible el progreso rápido, sólido y sostenido que nuestras circunstancias exigen si no cambiamos las reglas básicas de nuestro ordenamiento. Por lo pronto, la estrategia del Valle debe ser nuestro reto y nuestro logro, con importante participación del sector privado, que aporta inversión, empleo y espacios para la innovación, y además tiene más vocación de permanencia que los administradores públicos. Hay que repensar el estado en Colombia, de punta a punta. ¿Seremos capaces?