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Abandono del Estado

El abandono no solo afecta las regiones periféricas, donde la ausencia de...

26 de diciembre de 2016 Por: Gustavo Moreno Montalvo

El abandono no solo afecta las regiones periféricas, donde la ausencia de Estado alimentó la guerra de más de medio siglo con las Farc. Es marcado en los barrios de los estamentos vulnerables en las ciudades, donde la pésima calidad de la educación pública, la falta de oportunidades laborales derivada del modelo económico extractivo en el que llevamos más de una década, y la deficiente gestión de la Policía Nacional se conjugan para hacer de la vida cotidiana una aventura. En Cali la tasa de homicidio sigue cerca de 60 por año por cada cien mil habitantes, más del doble del valor para Colombia y más del triple de la cifra para Bogotá. Las pandillas de jóvenes matones sin expectativa de construir un futuro mejor, para quienes la vida no tiene mucho valor más allá de la experiencia inmediata, inhiben el libre desarrollo de la personalidad de la mayoría de los habitantes en muchas partes de la ciudad. No todas las situaciones anómalas son consecuencia de pobreza: el ingreso per cápita del Valle es similar al promedio nacional. Las consecuencias de que el Estado sea incapaz de imponer el orden y facilitar la convivencia pacífica y constructiva no se viven solo en el Distrito de Aguablanca y en los barrios de ladera. Desde hace mucho tiempo las mafias imperan en Santa Elena sin que las autoridades actúen.El abandono a Buenaventura es aún más angustiante: la ciudad está invadida por el Grupo del Golfo, antes denominado Los Urabeños, equipo delincuencial que derrotó al llamado La Empresa hace unos años y lo sustituyó en el ejercicio del amedrentamiento. En la ciudad puerto de Colombia sobre el Océano Pacífico la proporción de la población con necesidades básicas insatisfechas excede un tercio del total, y el desempleo abierto excede cincuenta por ciento, cuando el promedio nacional hoy no alcanza diez por ciento. Sin embargo, Buenaventura es el paraíso comparada con el resto de la costa pacífica, donde las necesidades básicas insatisfechas exceden setenta por ciento en casi todos los municipios, y la violencia campea por cuenta de la guerra de la coca dirigida por los carteles mexicanos. Es preciso admitir que el Estado en Colombia ha fracasado. La evidencia es contundente: la medida de distribución del ingreso, el coeficiente de Gini, no mejora como resultado del proceso de recoger impuestos para financiar lo público. Antes y después de este proceso es del orden de 0.53, cuando lo mínimo que se esperaría es una reducción de siquiera dos puntos porcentuales. El más alto Gini entre los países de la Oecd, el de Chile, no alcanza 0,45. Hay soluciones para rehacer el avión en pleno vuelo. Solo requieren ver las cosas como son y actuar. ¿Podremos?