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La semana del apocalipsis criollo apenas comienza. Enfrentamos, si se me permite el asalto a la obra de John Reed, siete (casi diez) días que cambiarán nuestro submundo criollo.

20 de mayo de 2018 Por: Gustavo Gómez Córdoba

La semana del apocalipsis criollo apenas comienza. Enfrentamos, si se me permite el asalto a la obra de John Reed, siete (casi diez) días que cambiarán nuestro submundo criollo. Como nunca antes, las últimas estaciones del vía crucis electoral serán un infierno para cualquiera que asome la cabeza.

El fantasma del castrochavismo, la posibilidad de que el poder se le escape al Establecimiento con el avance del candidato-Moisés, la accidentada implementación del proceso de paz y la tragedia de Hidroituango, prometen brasas generosas para esta caldera del diablo. Avivarán el fuego las redes sociales, donde los fusilamientos sumarios son cosa de todos los días.

Ya piden algunos sectores que, para no enrarecer más los aires de por sí malsanos, se engavete la discusión sobre las responsabilidades de Hidroituago. Eso sí que no. Desastre de tan increíbles magnitudes merece un escenario de claridad sobre las responsabilidades de lo que ciertos sectores prefieren atribuir, sin discusiones, a la fuerza de la naturaleza.

Si las determinaciones políticas, técnicas y económicas fueron acertadas, aquí no hay nada que temer. Pero si las decisiones sensatas y adecuadas cedieron a intereses mezquinos, si el riesgo que hoy corren miles de personas de las poblaciones ribereñas se hubiesen podido prevenir, mal haríamos en ponernos la venda sobre los ojos.

Mucho le deben Medellín y Antioquia a la gestión juiciosa de Empresas Públicas de Medellín, y reconforta ver cómo la gente las rodea cuando atraviesan la crisis más dura de su historia. Florecen en las redes hashtags de apoyo como #EPMEstamosAhi o #TodosSomosEPM, así como textos en que se recalca que los paisas están al lado de su empresa y no le dan la espalda en momentos difíciles.

Voces que confluyen en un coro de sonoras estrofas: que no es momento de someter el problema a los intereses propios de la contienda presidencial, orquestando señalamientos, y que lo importante ahora es centrar energías en la protección de las comunidades afectadas. Muy válido.

Pero no es menos cierto que, literalmente, cuando se calmen las aguas, habrá que establecer con sensatez si las cosas se hicieron bien y estamos frente a una situación de genuina mala fortuna, o si se dieron pasos desacertados que tendrán consecuencias nefastas para la economía de la región y del país.

Ha dicho el fiscal Néstor Humberto Martínez que desde hace un año se investigan denuncias de sobornos a funcionarios públicos para otorgar los contratos de construcción de la represa. Investigación que vincularía a la constructora brasileña Camargo Correa, tristemente célebre por su rol protagónico en los fétidos episodios de corrupción que se destaparon en Brasil.

En el caso de Hidroituango, Colombia merece, sin apasionamientos regionales o políticos, saber la verdad. Y la verdad, como el Cauca crecido, es muy difícil de represar.

***

Ultimátum. Algunos dirigentes del fútbol respaldan campañas para que los colombianos nos traguemos el cuento de que, en beneficio de la Selección Colombia, sus oscuras actuaciones deben quedar en segundo plano. Que nos concentremos todos en el campeonato y que los señalamientos se pospongan, que todos somos una sola camiseta. De mi parte, cero concesiones para los corruptos. Que respondan frente a la sociedad y a la Justicia hoy, la semana entrante o el mismísimo día de inauguración del Mundial.

Sigue en Twitter @gusgomez1701