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La paz no es la mera ausencia de plomo. No matarnos representa...

26 de junio de 2016 Por: Gustavo Gómez Córdoba

La paz no es la mera ausencia de plomo. No matarnos representa un puñado importante de plumas, pero no las suficientes como para que la paloma vuele bien. La paz en un conflicto interno tiene futuro cuando hay pistas claras de que las situaciones que produjeron el enfrentamiento ya no se repetirán.Triste ver cómo en algunos rincones de Centroamérica no se cumplió lo prometido en los acuerdos y hoy están igual que antes de la firma. La gente es buena para prometer, pero pésima para cumplir y ello, sumado a fenómenos de corrupción y al debilitamiento de la Fuerza Pública, es la fórmula fatal. Ojalá no sea Colombia un espejo de esa oscura realidad.Más allá de las dudas respetables que tienen muchos colombianos, o de las opiniones en pro y en contra, el de esta semana en Cuba ha sido un episodio histórico, con acuerdos realizables, verificación internacional, plazos expeditos y refrendación institucional.Una posibilidad de paz que, como ha dicho el presidente Santos, hay que comenzar a construir. Viene un camino que habrá que pavimentar con paciencia y en el que debe caber todo el mundo, tanto quienes están convencidos del futuro del proceso como quienes guardan sus reservas.Una democracia que quiera seguir siéndolo debe cobijar a todo el mundo y estar abierta no solo al consenso, sino también al disenso. Como declaró Belisario Betancur en Caracol Radio, Uribe y Pastrana no son enemigos de la paz: “son amigos de la paz a su manera”, sin demeritar sus objeciones al proceso. “Las críticas no serán agradables, pero son necesarias”, dijo Winston Churchill. Sí, el mismo de “quien se arrodilla para conseguir la paz, se queda con la humillación y con la guerra”.Lástima grande que no se haya hecho la paz entre el Gobierno y el uribismo. El daño que se hacen a diario lo único que terminará es debilitando a unos y otros. Mientas Santos y Uribe se dan martillazos circenses, se van desmoronando, de manera que la gente terminará tomando una vía electoral diferente. No pavimentada sino, digamos, ‘pétrea’.No haber consolidado la paz de este lado de la ley antes de firmarla con la guerrilla, tendrá, además, una consecuencia negativa para el proyecto del Gobierno: muchos interpretan el apoyo al plebiscito como un respaldo a la gestión de Santos, y, en consecuencia, votarán el no (o se abstendrán) como una manera de afirmar su descontento con la administración. Grave: sin plebiscito no hay nada. No hay plan B.No hay acuerdo perfecto, pero mientras medio país vea esas imperfecciones como un hoyo en el casco de la democracia, la navegación será azarosa. No cuajará como debería una paz en la que tantos colombianos interpreten un irrespeto a la Constitución y un amparo a la absoluta impunidad. Y quizás no basten las advertencias de César Gaviria cuando sentencia que “Colombia debe escoger entre una paz imperfecta o una guerra perfecta”.‘El último día de la guerra’ es un título muy corto al que le faltan tres palabras: ‘con las Farc’. ¿Qué va a pasar con el Eln? Esa sigue siendo una guerrilla que se resiste a aceptar las nuevas realidades y que podría minar en el escenario regional lo logrado con Timoleón y otros mininos de afiladas garras.El fin del fin, parafraseando a Padilla de León (para no alejarnos de los felinos), es apenas un comienzo. Un juego de palabras en que todos nos jugamos nuestro futuro.***Ultimátum. No olvidar la frase perfecta de Shlomo Ben Ami, excanciller de Israel: “La guerra une y la paz divide”.Sigue en Twitter @gusgomez1701