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¿Nochebuena?

La Nochebuena es buena apenas para un porcentaje de los 2200 millones de cristianos. Pártase de un dato aterrador: anualmente son asesinados por su fe cerca de 100 mil cristianos y 220 millones de seguidores de Cristo son a su vez perseguidos por quienes no comulgan con su fe.

24 de diciembre de 2017 Por: Gustavo Gómez Córdoba

Nochebuena es buena tan solo para una parte de la humanidad. No se trata de un conteo de cuántas almas (para quienes creen firmemente que la tienen) esperarán hoy el nacimiento de Jesús como hijo de Dios. Si así fuera, descuenten de entrada los 1350 millones de fieles del Islam, los más de mil millones de hinduistas y los mil millones de budistas, los 800 millones de taoístas y confucionistas, los 65 millones de sintoístas, los veinte millones de judíos y así, hasta confirmar que apenas el 31% de los terrícolas cree que hay un reino de los cielos con Simón Pedro de portero.

La Nochebuena es buena apenas para un porcentaje de los 2200 millones de cristianos. Pártase de un dato aterrador: anualmente son asesinados por su fe cerca de 100 mil cristianos y 220 millones de seguidores de Cristo son a su vez perseguidos por quienes no comulgan con su fe. O, para que la frase sea más precisa, por quienes no comulgan.

Comience a restar usted de los menos de dos mil millones que quedan, aquellos que subsisten en condiciones de pobreza, sin los más elementales servicios públicos, privados de educación y con ingresos tan discretos que cometen un mortal pecado medioambiental al practicar el mandato de Dios: “Creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla”.

Pareciera que el mundo cristiano, como cantaran Simon & Garfunkel, cruza un puente sobre aguas turbulentas, haciendo frente a las carencias, falacias y embates terrenales. Pero el peligro no está fuera; está en la más íntima estructura de la semilla de mostaza.

El Diablo al que tanto teme el cristiano mora en su propio corazón. En su individualismo, egoísmo y desinterés por el prójimo. Lo ejemplificaba hace poco en una entrevista el sacerdote jesuita Carlos Novoa, a propósito de una serie de preguntas del equipo de 6AM, en Caracol Radio, sobre cómo saber si las apariciones de la Virgen son confiables o no. (Posdata: la medición sobre religión de Cifras & Conceptos revela que el 77% de los encuestados cree en su figura).

Novoa respondió explicando que para los creyentes existen numerosas maneras de manifestación, tanto de Jesús como de la Virgen, pero que la más importante, según dicta el evangelio, está en las caras ajenas. “El problema”, sostenía el jesuita, “es que nos cuesta mucho ver a Jesús en el rostro del otro, porque eso supone un cambio permanente, porque eso supone una exigencia, porque eso supone un compromiso”. Siempre resultará mucho más fácil ver a Jesús en la pared de la iglesia que en las necesidades de los otros.

Basta una mirada al planeta que nos rodea, y no precisamente en términos de National Geographic. Esto es, una mirada a los vecinos del edificio, a los compañeros de trabajo o a los transeúntes con que nos cruzamos a diario, para confirmar con tristeza que Jesús (de haber existido como nos lo describen) murió en vano.

Un pecado que no es monopolio del cristianismo, sino de todos los credos. La religión, como producto cultural que es, se funda en la respetuosa convivencia con los demás. No sé si la brujería o el vudú (que según Cifras & Conceptos practica el 7% de los colombianos), pero la inmensa mayoría de los cultos más frecuentados por la gente se sostienen en el reconocimiento de quienes nos rodean y la solidaridad como principio básico.

Dios es amor; el mundo es odio. Nochebuena para pocos; noche oscura para la humanidad, condenada a sí misma hasta el fin de los tiempos.

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Ultimátum. Si el fin esta cerca, ¿las llamas del Armagedón podrían atender primero a nuestros políticos?

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