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Help!

Faltaba más que la buena voluntad terminara crucificada, pero vale la pena no desestimar un elemento clave en el coctel musical del Venezuela Aid Live: lo humanitario se mezcló con los intereses políticos

24 de febrero de 2019 Por: Gustavo Gómez Córdoba

En 1965 John Lennon cantaba Help!, canción que además fue película y álbum. Lennon pedía ayuda a gritos, acosado por las presiones propias de la fama exprés que los Beatles experimentaban. A su lado, en la guitarra y con escueta participación en los coros, estaba George Harrison, el hombre que sería piedra angular de los espectáculos multitudinarios para pedir ayuda.

Pasado un lustro, Harrison atendería el clamor de su amigo, el músico indio Ravi Shankar, sobre la situación de una joven nación: Bangladés. Después de una sangrienta guerra de independencia y tratando de recuperarse del mortal ciclón tropical Bhola, el otrora Pakistán Oriental enfrentaba inenarrables penurias.

En cuestión de semanas, el exbeatle organizó dos conciertos humanitarios en el Madison Square Garden, en Nueva York, con muchos ídolos de la época, entre ellos Bob Dylan, Eric Clapton, y Ringo Starr. Exitosas presentaciones, álbum y película que, sin embargo, recaudaron apenas un cuarto de millón de dólares para auxiliar a Bangladés. De buenas intenciones está pavimentado el camino del rock a hacia la bondad.

El monumental Live Aid de 1985, que reunió 162 mil espectadores a ambos lados del Atlántico y fue visto por 1500 millones de televidentes, dejó en caja varias docenas de millones de dólares para paliar la hambruna en Etiopía. El grueso de esos fondos terminó financiando desplazamientos, limpiezas étnicas y compra de armas. La ONG Médicos Sin Fronteras lo denunció y tuvo que salir del país. Otras entidades humanitarias callaron y pudieron quedarse ayudando, con discreción que algunos calificaron de amilanamiento.

A propósito del reciente esfuerzo musical fronterizo, podría uno seguir haciendo la lista de decepciones, al menos en lo económico: Farm Aid, para ayudar a los granjeros de Estado Unidos, recolectó 9 millones de dólares y el Tsunami Aid, alentado por George Clooney en 2005, no coronó los 20 millones. Es evidente que no todo es dinero en la vida, y que este tipo de certámenes filantrópicos con luces y sonido consiguen sensibilizar y llamar la atención sobre problemáticas. Faltaba más que la buena voluntad terminara crucificada, pero vale la pena no desestimar un elemento clave en el coctel musical del Venezuela Aid Live: lo humanitario se mezcló con los intereses políticos.

Tanto buen ruido puede quedar reducido a eso: ruido pasajero, que tiene más repercusión en la historia del espectáculo que en la resolución de problemas. Cargar a espaldas de los artistas la responsabilidad de poner nuevamente a Venezuela en la ruta de la democracia no solo es injusto, sino que es una necedad.

En 1980, aquel Lennon que pedía auxilio a mediados de los 60, revelaba en entrevista con David Sheff que estaba harto de subirse a un escenario a tocar en presentaciones humanitarias: “Todos los conciertos que he dado con Yoko (Ono) han sido con fines benéficos, y todos han sido un desastre y una porquería”, decía. “No tengo intención de volverme a involucrar en una de esas empresas que pretenden salvar al mundo desde un escenario”.

Tres meses después, las balas de Mark David Chapman se asegurarían de que Lennon no pudiera incumplir su promesa.

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Ultimátum.
Hábitos inadecuados, literalmente hablando, tienen a la Iglesia contra la pared y al papa Francisco acongojado. El supuesto toque divino de los sacerdotes hoy se confunde con el toqueteo y abuso a cientos de miles de corderos, sacrificados en los altares de la intimidad. Qué asco.

Sigue en Twitter @gusgomez1701