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Indignada está la opinión pública con el inventado (o inventario) de bienes de las Farc. ¿Indignación porque las Farc se burlan del país exhibiendo un listado poco confiable?

27 de agosto de 2017 Por: Gustavo Gómez Córdoba

Indignada está la opinión pública con el inventado (o inventario) de bienes de las Farc. ¿Indignación porque las Farc se burlan del país exhibiendo un listado poco confiable? Bonita hora de rasgarnos las vestiduras, después de que las Farc se han burlado de las víctimas, de la Constitución, de la Justicia, de quienes reclaman por los menores reclutados y, como cereza del postre, del Gobierno, que precisamente ha brindado los elementos para sostener el sainete.

Hemos pasado años, como dijo D’arcy Quinn, capturando jefes de finanzas de la guerrilla y ahora su abogado, el elocuente Enrique Santiago, sostiene en medios que las Farc nunca han contado con un sistema de finanzas serio.

Si algo de razón le asistiera en el disparate, tendríamos que pensar que las toneladas de dinero producto de la actividad ilegal de tantas décadas han ido a parar a las arcas personales de sus líderes. Ni qué decir de las consecuencias legales que se derivarían de no haber declarado esos patrimonios.

Corrección: patrimonios, no. Cualquier otra cosa menos patrimonios, porque, como ha sostenido Santiago, no es posible hablar de patrimonio, pues la guerrilla no es una persona jurídica. Estamos frente (¡con muchos frentes!) a una persona no jurídica que pasó años acosando a todo tipo de personas: jurídicas o naturales; ricas o pobres; buenas, malas o feas. Y a propósito de clasificaciones, una de las más puntuales, y que le sienta de maravilla a las Farc, la dio Blondie (Clint Eastwood) en Il buono, il brutto, il cattivo, de Sergio Leone: “El mundo se divide en dos categorías: los que tienen el revólver cargado y los que cavan”.

Al que le faltó cavar y escarbar fue al Estado, que se la ha pasado, gobierno tras gobierno, fiscal tras fiscal, general tras general, cacareando sobre la riqueza de las Farc y siempre viéndoselas a gatas para rastrearle las mentadas riquezas.

No solo aquí, donde siempre las autoridades dependen de algún computador rescatado de zonas bombardeadas para obtener datos financieros, sino en el extranjero.

Los dineros de las Farc fuera de Colombia cada día se parecen más a las armas de destrucción masiva que Bush se soñó en Irak. Otra cosa ha dicho el Fiscal. Amanecerá y veremos si es significativo el registro de dineros en otros países.

Estas “pobres viejecitas” de la nueva política declaran escobas, coladores y exprimidores como parte del acervo con que se indemnizará a las víctimas. O tal vez no. Recuerda el abogado Santiago que la reparación es una obligación del Estado. No de las Farc, que solo se comprometieron a aportar sus recursos.

Y ya sabemos que los hoy exguerrilleros poco tienen, sobre todo después de que gastaron sus ahorritos en la operación de miembro de uno de sus miembros.

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Ultimátum
. En su más reciente columna, Paola Ochoa sugiere con tino que los periodistas persigamos más la plata en manos de los delincuentes que sus declaraciones. Sensato consejo, aunque sobraba referirse a los colegas como “estúpidos”, “medio brutos” y “tarados”.

Sabe ella que no es tarea fácil, máxime habiendo sido directora de la revista Dinero, donde tuvo las herramientas necesarias para adelantar investigaciones similares. Gran columnista que, además de su faceta de analista de medios, trabaja en una cadena radial donde puede animar estas y otras valiosas pesquisas. Todavía está fresco el recuerdo de esos Nule que la prensa llamaba “nuevos cacaos” gracias a ligerezas como las que acertadamente señala Ochoa.

Sigue en Twitter @gusgomez1701