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Blindados los acuerdos de paz por parte de la Corte Constitucional y blindados los líderes exguerrilleros al imperio de la ley y la Justicia, comienzan estos últimos a ver que hay cosas que no les puede garantizar nadie, mucho menos el Gobierno.

15 de octubre de 2017 Por: Gustavo Gómez Córdoba

I. Respetable la molestia de un grupo de pilotos de Avianca y la batalla por la defensa de sus derechos. Lamentable que algunos de ellos crean que pueden volar por sobre el bienestar común. Se entiende que en ciertas latitudes el aéreo no sea un servicio público fundamental, pero en un país como Colombia, con una geografía agreste, carreteras deprimentes y sin red férrea funcional, sí que lo es. Censurable que, con las herramientas legales del Estado de Derecho a su disposición, se abstengan de trabajar mientras avanza la resolución de sus problemas a través de dichos mecanismos. Terminaron los pilotos en huelga estrellándose contra una opinión pública que hoy no les demuestra mayor simpatía.

II. Inexplicable que personajes disímiles converjan en un mismo objetivo: ‘Tumbar’ al fiscal Néstor Humberto Martínez. ToCoNés (Todos Contra Néstor), es la nueva versión del sarcasmo colombiano. ¿Es posible que los presos de cuello blanco compartan la misma bandera con reconocidos políticos de la izquierda que siempre han luchado contra la corrupción? Hoy, parapolíticos (Álvaro ‘El Gordo’ García), exmagistrados corruptos (Francisco Ricaurte), funcionarios delincuentes (exfiscal Gustavo Moreno), banqueros timadores (Tomás Jaramillo, de Interbolsa), condenados por los hechos del Cartel de la Contratación de Bogotá (el abogado Álvaro Dávila) y actuales senadores, como Claudia López y Jorge Robledo, están del mismo lado de la pelea. Triste coincidencia en la que los más malos comparten intereses con quienes parecen ser los más buenos.

III. Blindados los acuerdos de paz por parte de la Corte Constitucional y blindados los líderes exguerrilleros al imperio de la ley y la Justicia, comienzan estos últimos a ver que hay cosas que no les puede garantizar nadie, mucho menos el Gobierno. Lo ilustra bien el rifirrafe en la comisión primera de la Cámara, cuando el representante Edward Rodríguez le gritó a Jesús Santrich “asesino”. Los otrora guerrilleros son hoy ciudadanos, gústenos o no. Y he ahí el detalle: expuestos a que familiares de víctimas, como Rodríguez, les recuerden públicamente su pasado al poder tenerlos cara a cara. “Los acuerdos de paz son para cumplirlos”, dice el Presidente. El resultado de los plebiscitos también, dirán otros. Ojalá el país no quede hecho trizas, como la Constitución, en la Guerra por la Implementación.

IV. Si la empresa privada es clave para la construcción de la paz, como bien dice el ministro Rafael Pardo, vale la pena que el Presidente tome nota: empresarios, industriales y comerciantes están contra la pared, asfixiados por desproporcionadas cargas tributarias y acosados con exigencias de nunca acabar por parte del Ministerio del Trabajo. Las ventajas, las exenciones, los tratos flexibles y el apoyo del Estado parecen ser hoy privilegio de la delincuencia. Mano dura para la legalidad; puño tembloroso para quienes hicieron del delito un estilo de vida.

***
Ultimátum.
Para ser precandidato del Partido Liberal había que firmar un muy conservador manifiesto de la pluma del expresidente César Gaviria. Sofía Gaviria cree que ser liberal es tener el derecho a disentir de la “disciplina para perros” y postularse con ideas propias, se sintonice o no la gente con ellas. Dice doña Gaviria que don Gaviria “maneja al partido como si fuera su guante: se lo pone cada vez que quiere negociar la Presidencia”. No hay cuña que más apriete que la del mismo apellido.

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