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¡Crucificadla!

La representante Juanita Goebertus cometió un pecado que no tiene perdón en este ombligo criollo del mundo que es Colombia: asomó la cabeza.

24 de marzo de 2019 Por: Gustavo Gómez Córdoba

La representante Juanita Goebertus cometió un pecado que no tiene perdón en este ombligo criollo del mundo que es Colombia: asomó la cabeza. Abogada y politóloga, becada para una maestría en Harvard, ha dedicado su vida profesional a investigar y defender la paz, con especial énfasis en los derechos humanos y la justicia transicional.

Hace unos días le correspondió llevar la vocería en el estreno del mecanismo de réplica de la oposición a las alocuciones presidenciales. Y le fue bien frente a las cámaras. Lo suficiente para que se le viniera el mundo encima. A su lucida intervención súmensele un par de palabras sinceras reconociendo los logros en seguridad durante el gobierno de Uribe, y quedó diligenciada la orden para proceder al linchamiento.

Descollar en Colombia es más peligroso que ponerse un revolver en la frente.

Ya le esculcaron (aunque no son un secreto) las listas de aportantes de campaña para presentarla como títere de poderosos, ya la graduaron en redes de paraca, ya dijeron que se le da pantalla para revivir a Sergio Fajardo, ya rumoran que allegados suyos están enredados en líos de contratación, ya la ven como el caballo de Troya que un ala del uribismo arrastró en la noche tras las murallas de la oposición y ya le preparan campos minados que irán detonándole a cada paso que dé.

“Para José Obdulio Gaviria la guerrilla me hizo ‘trasbordo ideológico’; para Gustavo Bolívar soy uribista”, dijo, de seguro resintiendo sobre todo el ‘fuego amigo’ de Bolívar, quien tuerce la cara cada vez que oye que Goebertus es precisamente una “nueva cara de la oposición”. Con ella, cero compasión. Y eso que Bolívar ha sorteado dificultades e inquinas, ora por su origen humilde, ora por el éxito atronador de sus libretos en la televisión.

Goebertus, con un apellido que apenas aventuramos a pronunciar bien, comienza a oírlo de boca en boca, acompañado por palabras de grueso calibre. Es la ley no escrita de Colombia: los logros en la legalidad se saldan en sangre; los triunfos de la ilegalidad, en dólares. Como en las telenovelas de Bolívar.

En los 70, Martín Emilio ‘Cochise’ Rodríguez firmó con el equipo Bianchi Campagnolo, donde la estrella Felice Grimoldi prefería al colombiano de gregario y lo invitaba a correr en circuitos para que se ganara algún dinero extra. Eso le valió malquerencias que en su momento inspiraron una frase que nos define: “En Colombia la gente se muere más de envidia que de cáncer”. Cerca de 40 mil personas fallecen aquí anualmente de
cáncer; los decesos por envidia se contabilizan en millones.

Vive Goebertus en un paraje tropical donde los cantantes que venden son señalados entre risillas socarronas de ser maricas (la homosexualidad sigue siendo aquí delito); de los pilotos de automovilismo que ganan en las pistas se dice que son petulantes e inmaduros; a los abogados competentes los sindican de comprar jueces; los escritores leídos seguramente se lagartearon sus premios de novela… y así con toda disciplina, oficio, arte y profesión. Como en la guerra de trincheras: saque usted la testa y se la dejarán como colador.

País piadoso en el que hay un martillo y varios clavos esperando a cualquiera que brille.
***
Ultimátum. Si Unasur era el club de áulicos del chavismo, Prosur pinta ser un exclusivo círculo de la derecha. Burocracia de alto turmequé que chupará más plata que los viejos créditos calculados a punta de Upac. ¡Bien caros que salen los juguetes presidenciales!

Sigue en Twitter @gusgomez1701