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Nadie resiste la tentación de desnudarse en las redes sociales. Incluso quienes prometen erigir una muralla ‘trumpística’ entre su intimidad y el morbo de los demás, sucumben en algún momento.

10 de febrero de 2019 Por: Gustavo Gómez Córdoba

Nadie resiste la tentación de desnudarse en las redes sociales. Incluso quienes prometen erigir una muralla ‘trumpística’ entre su intimidad y el morbo de los demás, sucumben en algún momento: destacan un cumpleaños, cierta foto de vacaciones, el logro académico de un hijo o, como les pasó a Nathalie Gómez y Andrés Molina, una sincera declaración que irrita al prójimo.

Exhibiendo una papeleta de turno para vasectomía en Profamilia, revelaron en Facebook que querían compartir con los demás una gran alegría: “Nunca seremos papás”. Y luego una breve descripción sobre cómo tiempo y dinero serían invertidos siempre en ellos. Desalmados, egoístas, cobardes…, ¡qué no les dijeron! Desfile de insultos muy acompasados con el trato que damos a quien en este país osa salirse de la fila.

Recuerdo que después de que naciera nuestro primer hijo, mi esposa y yo nos la pasábamos aguantando con paciencia la manida pregunta de familiares, amigos y compañeros de trabajo: “¿Y para cuándo la parejita?”. Y desde el día en que nació nuestro segundo hijo, hace más de una década, todos parecen muy interesados en que insistamos en tener la niña. ¡Como si los hijos fueran láminas de un álbum de género que hay que completar!

No sé si en un mundo donde la intolerancia es ley, Nathalie y Andrés tomaron una decisión afortunada al abrir las puertas de su privacidad a la turba. La lógica social y religiosa indica que el camino natural es el de la reproducción con patrones de conejo. El sexo por placer sigue siendo de menor relevancia aquí, donde educamos a la gente recalcándole la importancia de contribuir a la armonía terrenal con unas cuantas fotocopias genéticas de veinte dedos.

En el año uno después de Cristo (cuyos discípulos han sido efectivos en la tarea de multiplicar al autoproclamado rey de la creación) la humanidad no superaba los 200 millones de individuos, y ese número no varío sustancialmente por siglos. Pasados mil años, los guarismos entraron en verdadera ebullición, de manera que hoy somos 7.500 millones y en una década sumaremos otros mil millones al fatal inventario del planeta.

Un ser humano toma alrededor de dos litros de agua al día y su inodoro despacha el doble en cada evacuación. Correrían litros y litros de lágrimas si hiciéramos las cuentas del consumo de recursos, así que baste con anotar que, según el Fondo Mundial para la Naturaleza, en treinta años habremos engullido el equivalente a tres planetas.

De regreso a las lógicas sociales, y con calculadora en mano, lo que habría que hacer con Nathalie y Andrés no es vapulearlos, sino felicitarlos. Y, para decirlo sin ambages, tratar con inmenso cariño y respeto a la numerosa comunidad Lgbti, que, además de no aportar más bocas hambrientas, suele esforzarse por acoger y cuidar a los vástagos que los demás desprecian.

Conozco a una inteligente colega que decidió prescindir de la maternidad. Comparte la vida con perros que no ha comprado; a todos los ha recogido en la calle, para no incentivar el mercado de la producción de seres vivos. Vive en su ley sin prestar oídos a las lenguas que se mueven a su alrededor. ¿Ella, Andrés y Nathalie son personas raras, exóticas, estrambóticas? ¿O somos nosotros quienes desentonamos con la realidad?

***

Ultimátum.
Raphael Samuel es un indio que hizo público que demandará a sus padres por haberlo tenido sin su consentimiento. “¿No es equivalente al secuestro y a la esclavitud”, pregunta, “obligar a un niño a entrar en este mundo y luego forzarlo a seguir una carrera?”.

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