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Una mala lectura

Gran parte de los problemas por los que atraviesa el proceso provienen...

4 de julio de 2015 Por: Gustavo Duncan

Gran parte de los problemas por los que atraviesa el proceso provienen de una mala lectura de las Farc acerca de la coyuntura política. Y nada refleja más esta mala lectura que el uso del terrorismo. Con la ola de atentados las Farc pretenden ablandar al gobierno a los menores costos posibles. La idea es que el daño causado lleve a la sociedad a presionar a Santos para que sea más condescendiente en la negociación. Se han cuidado, eso sí, de no tocar objetivos sensibles para las elites que obliguen a Santos a pararse de la mesa. De allí que hayan rechazado cualquier relación con los atentados de Bogotá. Hablaron de ‘oportunistas’ de extrema derecha pero seguramente la descalificación era para el ELN, el principal sospechoso de los atentados.Las Farc creen además que las multinacionales petroleras y ciertas empresas mineras tienen capacidad suficiente de presión sobre el gobierno para obligarlo a comprometerse con un acuerdo de paz, de modo que puedan continuar con su actividad extractiva. Uno de sus miembros, así le haya tocado retractarse al día siguiente, lo dijo en una entrevista para la agencia Bloomberg: “[los ataques] tienen como objetivo golpear la economía y la confianza inversionista”.El efecto político es, en realidad, todo lo opuesto. Multinacionales y empresas mineras poco pesan en la opinión. Los últimos atentados contra oleoductos y torres de energía si algo han logrado es endurecer la posición de la sociedad contra la negociación. El problema de Santos no es que la sociedad lo obligue a ceder en la negociación sino todo lo contrario: que la sociedad le exija retirarse de la negociación porque ha perdido toda confianza en la voluntad de paz de las Farc.El problema se junta con otra coyuntura política. Santos no es un presidente que tenga algo sólido de mostrar distinto al proceso de paz. Sus márgenes de maniobra cada día se estrechan para sacar adelante un proceso que es su principal apuesta de gobierno. Entre el terrorismo de las Farc, la disminución de sus índices de popularidad y la presión de la oposición uribista están estrangulando su capacidad de hacer concesiones en La Habana.Es cierto que el gobierno es su contraparte en la mesa de las negociaciones y no deberían preocuparse por concederle ventajas -es mejor negociar con un adversario débil-, pero las Farc también deberían reparar que necesitan de Santos para sacar adelante el proceso. Sobre todo en las actuales circunstancias en que, por primera vez, los líderes de la guerrilla parecieran estar verdaderamente comprometidos en abandonar las armas.Dos decisiones de las Farc podrían contribuir a ampliar los márgenes de negociación de Santos y, por consiguiente, a oxigenar el proceso. Por un lado, deben desistir de actos terroristas contra oleoductos, torres de energía y acueductos. Militarmente nada ganan con ello y es demasiado costoso para legitimar la negociación. Por otro lado, deben olvidarse de la discusión del cese bilateral y centrarse en acuerdos sobre los puntos que faltan en la agenda. El tiempo se agota y es indispensable lanzar señales a la sociedad que un acuerdo final se acerca.No es por filantropía que la jefatura de las Farc debe pensar seriamente en decisiones de este tipo. Es por su propio futuro. Si contribuyen a estrangular a Santos con la mala lectura que hacen de la coyuntura política se quedan sin proceso de paz, así de simple.