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Una hipótesis

La reiteración de ciertos fenómenos en Medellín da pie para aventurar una...

3 de marzo de 2012 Por: Gustavo Duncan

La reiteración de ciertos fenómenos en Medellín da pie para aventurar una hipótesis sobre la violencia en la ciudad. Mi argumento es que las guerras entre combos y las vendettas de la Oficina de Envigado esconden conflictos que desbordan lo criminal. Se trata en realidad del rompimiento de pactos sociales más complejos. En el génesis de este pacto está el factor humano. Pablo Escobar descubrió que para hacerse al control del negocio existía un grupo social clave. Los barrios marginales estaban repletos de adolescentes frustrados por sus pobres posibilidades sociales. Ellos estaban dispuestos a la delincuencia como una alternativa para resolver sus frustraciones. La propuesta de Pablo no pudo ser más persuasiva: en vez de dedicarse a crímenes de baja monta él los invitaba a hacer parte de una organización multimillonaria. Por servir como su ejército privado y por poner orden en sus comunidades Escobar pagaba sus aspiraciones de reconocimiento. Podían ahora dejar de considerarse marginados. Se había creado así una forma alterna de inclusión social. Además del control del narcotráfico las comunas le ofrecieron a Escobar otra carta de poder. Si el resto de la sociedad y las autoridades decidían perseguirlo él podía desatar la criminalidad de los adolescentes de las comunas. Los otros sectores de poder de la ciudad no tenían mayores motivos para rechazar esta oferta de paz. Los grandes empresarios de Antioquia tenían mucho que perder y poco que ganar para oponerse. Bastante tenían con hacer frente a la crisis de los 80. La clase política tampoco tenía motivos para oponerse. Los que no recibían plata de Escobar no querían echarse encima el rechazo de numerosos sectores que dependían del capital de las drogas. La gente en general, pobres y ricos, prefería la paz y la prosperidad que la guerra y la delincuencia desatada. No había necesidad de conspiraciones entre elites, bastaba con que primaran los intereses de la sociedad para mantener este acuerdo.Sin embargo, el pacto social de Escobar ha atravesado cada tanto por sangrientas crisis: las bombas, el asesinato de policías, la muerte de Escobar, la terraza, la operación Orión, el imperio de ‘Don Berna’, la extradición de los paramilitares, de nuevo el desorden, Valenciano, Sebastián. ¿Qué vendrá ahora? ¿Podrá reconstruirse el pacto con los Urabeños?Si en Medellín no hay razones para estirar los cimientos de este acuerdo social al punto de quebrar la paz, ¿por qué entonces la ciudad se ha visto envuelta en semejantes guerras? La respuesta no debe buscarse en las contradicciones internas. Los trabajos de Jorge Giraldo en la Universidad Eafit muestran como las tendencias de la violencia en la ciudad pasan por asuntos nacionales. La evidencia parece ser conclusiva al respecto. El pico de los 80 y principio de los 90 está asociado a la guerra de Escobar que se inició en Bogotá. La guerra de principios del 2000 tiene que ver con la dinámica del enfrentamiento nacional contra la guerrilla. La Operación Orión se enfrasca en este proceso. Y los incrementos recientes de homicidios tienen su explicación en el reemplazo de ‘Don Berna’ luego de la extradición de los paramilitares, otra decisión nacional.Puede sonar escandalosa esta explicación pero al menos invita a profundizar en nuevas hipótesis para comprender la violencia de nuestras ciudades.