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Suma de errores

Hasta ahora el presidente Duque no ha podido disfrutar de una luna de miel para promover su plan de gobierno.

4 de enero de 2019 Por: Gustavo Duncan

Hasta ahora el presidente Duque no ha podido disfrutar de una luna de miel para promover su plan de gobierno. Los índices de aceptación son tan bajos que difícilmente uno podría pensar que, de momento, vaya a ser capaz de proponer un liderazgo inspirador. Deberá apostar a que algunas de las medidas que proponga en el Legislativo y a que la gestión del día a día de él o de algunos de sus ministros produzcan resultados concretos para obtener el respaldo de la sociedad.

La culpa del pobre inicio de Duque, como ya muchos analistas han señalado, es una mezcla de inexperiencia como hombre de Estado y la falta de un proyecto y una narrativa de gobierno que aglutine cuatro o cinco grandes temas que quiera dejar como legado. Pero además existe una circunstancia que lo perjudica y que lo obliga a cometer más errores de los que de otro modo no cometería. Lo que, a su vez, lo hace más vulnerable a la oposición y, por supuesto, al castigo de la opinión y de las encuestas de favorabilidad.

Se trata del manejo de su propio partido y de las colectividades políticas que lo respaldan. Duque no es el líder natural de su partido. Más aún, es el depositario de la confianza de Uribe, el verdadero líder del partido, para ocupar la presidencia. En consecuencia, su discurso está obligado a satisfacer dos posiciones simultáneas, la del partido y la de él mismo, que a veces se contradicen. Su discurso conciliador, más de centro que de derechas, cada tanto se estrella con las salidas de los uribistas más radicales, con quienes así no comparta sus posturas no puede descalificar en público porque perdería respaldo en sus propias toldas y lanzaría señales aún más confusas.

De allí tantos errores en los mensajes que se lanzan desde el gobierno. La mayoría son tontos como la idea de algunos radicales uribistas de imponer censura en los carnavales. La idea es que las carrozas y demás expresiones carnavalescas respeten la dignidad presidencial. Todo porque una carroza mostraba a Uribe como un titiritero y a Duque como un marranito manipulado por sus cuerdas.

La salida deja a Duque en una encrucijada. Si apoya la censura queda como un antidemócrata. El sentido del carnaval es la burla, en especial la burla a los poderosos, y tratar de imponerle restricciones es quedar ante la opinión como contrario a la libre expresión y a los principios básicos de la libertad de una democracia. Si critica a los radicales del uribismo revienta su respaldo en el partido de gobierno. Lo mejor que puede hacer es quedarse callado.

Pero lo del carnaval es un error pequeño que rápidamente pasará al olvido. Lo preocupante es que dentro de la suma de errores haya algunos tan grandes como el del respaldo al fiscal Martínez. El discurso de Duque contra la mermelada, y las acciones que genuinamente ha tratado de impulsar al respecto, pierden cualquier credibilidad cuando se encuentra que el uribismo en bloque defiende a un fiscal sobre el que pesan demasiadas dudas. El mensaje es que desde el gobierno hay temor por el escándalo de Odebrecht porque miembros del uribismo, ya salidos de circulación como Arias y Zuluaga puedan salir salpicados.

El gobierno debería abandonar la defensa de Martínez, sin necesidad de atacarlo, y dejar que el peso del escándalo caiga sobre Santos y los suyos, que es donde más daño va a hacer. Es un error muy grande defender a quien fue el gran contradictor de Uribe.

Sigue en Twitter @gusduncan