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Primer termómetro

Si las elecciones presidenciales son un referendo del proceso de paz, en...

15 de febrero de 2014 Por: Gustavo Duncan

Si las elecciones presidenciales son un referendo del proceso de paz, en el sentido que la ciudadanía expresará si está de acuerdo con la negociación, las elecciones al congreso serán el termómetro de la aceptación de la clase política al proceso. No se trata simplemente de las cuentas entre aquellos congresistas que van a aprobar cada punto de los acuerdos de la Habana y los que se opondrán. Es más acerca de cómo van a ser asimiladas las Farc dentro de la competencia democrática y de la viabilidad de su agenda política.La entrada en la vida política legal de las Farc es un asunto real. El proceso ha sido en sí una oportunidad única de hacer política. De hecho, a pesar de los reveses militares de la última década nunca antes la guerrilla había tenido tanta vitrina para exponer su agenda de reformas. Lo que deberían hacer desde el congreso, lo están haciendo desde la mesa de la habana.Por esta razón las próximas elecciones legislativas van a ser un termómetro que indique qué tanto acepta la clase política la intervención de las Farc en asuntos que en principio son solo de su resorte y qué tanto es viable su entrada en la competencia electoral. Sobre todo porque las propuestas y las exigencias de las Farc en la mesa de negociaciones si a algún sector del país afectan es a aquel que tiene su más efectivo medio de representación en el congreso.Si bien las aspiraciones de la jefatura de las Farc son la toma del poder para realizar transformaciones radicales del corte del chavismo y del castrismo, en la práctica solo podrán reclamar cambios en temas concretos de la realidad regional. Las élites políticas y económicas del centro del país poco tienen que temer de estos cambios. Más aun, en principio estarían de acuerdo con muchos de ellos. Les agrada la devolución de tierras a las víctimas, alguna redistribución de la propiedad rural, la extensión de las zonas de reservas campesinas y un tratamiento más laxo a los cultivadores de coca.Estos temas son en cambio críticos para la clase política, los terratenientes y los grupos criminales de las regiones. La propiedad de la tierra y la competencia política por las alcaldías de medianos y pequeños municipios son cruciales en su estructura de intereses. Sin concentrar la tierra es complicado controlar a la población. A su vez, sin el control de los gobiernos locales la captura de las regalías y del presupuesto público y la venta de protección a los narcotraficantes serían inviables. Las bases de su economía política se desmoronarían.La gran ironía es que una práctica despreciable como es la repartición de “mermelada” por el gobierno puede marcar la diferencia para que la clase política de las regiones vote en contra de sus intereses. Algunos de ellos seguramente van a preferir sacar alguna tajada del gobierno con la certidumbre que en el largo plazo las posibilidades electorales de las Farc serán limitadas.Muy probablemente estos cálculos tengan razón para llegar al congreso pero en las regiones la realidad puede ser muy distinta. Ganar las alcaldías de municipios periféricos donde históricamente las Farc han sido la autoridad es más que factible. Y allí es precisamente donde está el mayor riesgo para la democracia. Bacrines, farcrines, políticos y exguerrilleros no se van a matar por grandes cuestiones ideológicas sino por el control de los gobiernos municipales y de sus rentas.