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Potenciar el clientelismo

Se corre un riesgo enorme si se unifican las elecciones de los Ejecutivos locales con las de los Ejecutivos nacionales, incluso con la del Congreso.

26 de octubre de 2018 Por: Gustavo Duncan

La propuesta de unificar las elecciones locales y las nacionales está soportada por muy buenos argumentos. En principio significa un ahorro sustantivo de recursos por todos los costos en que se deja de incurrir en una elección menos. También es cierto que un inicio similar de mandatos podría ayudar a sincronizar y articular los planes de desarrollo en el nivel nacional y local y que evitaría todos los problemas contractuales que padecen los gobiernos locales por el tema de la ley de garantías en medio de su mandato.

Sin embargo, se corre un riesgo enorme si se unifican las elecciones de los Ejecutivos locales con las de los Ejecutivos nacionales, incluso con la del Congreso. De momento en Colombia se puede observar un agudo contraste entre el peso que tiene el clientelismo en las elecciones de alcaldes y gobernadores y las presidenciales. Es muy difícil que un candidato llegue a la Presidencia basado en un número significativo de votos comprados o del soporte de clientelas políticas. Incluso si el grueso de la clase política decide soportar al candidato, con sus propias clientelas, la diferencia que pueden marcar es muy reducida.

Solo en casos en que las diferencias en la popularidad de los candidatos no es muy significativa el respaldo de las clientelas de la clase política puede marcar la diferencia entre ganar y perder. Las elecciones de 2014 dicen mucho al respecto. Al día de hoy se sabe que Juan Manuel Santos ganó gracias al respaldo de Ñoño Elías y Musa Besaile en la costa Caribe. Este respaldo fue financiado con recursos provenientes de la multinacional Odebrecht. La pequeña ventaja que tenía Óscar Iván Zuluaga en la primera vuelta se evaporó con los votos de Ñoño y Musa.
Pero si las diferencias en la intención de voto por opinión son significativas es poco lo que las clientelas pueden hacer. En las elecciones pasadas se creía que Vargas Lleras iba a ser un candidato imbatible porque había manejado gran parte de los recursos del Estado y había formado una coalición impresionante de caciques políticos. La realidad mostró que los caciques no eran muy agradecidos. Apenas Vargas se desinfló en las encuestas corrieron a las otras campañas.

La falta de gratitud es conveniente porque de otro modo las elecciones presidenciales estarían marcadas por la influencia de la clase política y sus clientelas en sus resultados. Ese es precisamente el gran riesgo que se corre si se unifican las elecciones a presidente con las de gobernadores y alcaldes. Eventualmente podría no haber tiempo para que alcaldes y gobernadores se olvidaran de su gratitud con el Gobierno Nacional. La estrategia obvia del presidente sería inyectar recursos públicos a los candidatos a las alcaldías y gobernaciones que apoyen a su candidato a la Presidencia y, por qué no, a sus candidatos al Congreso. De esa manera la gravedad de la actual situación de corrupción y clientelismo se dispararía.

La unificación de las elecciones incrementaría así la capacidad de las clientelas políticas de incidir en los resultados de las votaciones nacionales. Si antes solo podían mediar cuando las diferencias eran pequeñas con la unificación, el clientelismo podría voltear diferencias superiores. Por eso, la propuesta de unificación debe ser tomada con pinzas si no se quiere que en corrupción se pierdan de lejos muchos más recursos que lo que se pueda ahorrar con una elección menos.

Sigue en Twitter @gusduncan