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Las culpas de Pablo

Pablo Escobar mató a mucha gente. De eso no hay duda. Pero...

30 de noviembre de 2013 Por: Gustavo Duncan

Pablo Escobar mató a mucha gente. De eso no hay duda. Pero no fue el asesino sicópata que los medios, el establecimiento y la intelectualidad en general exigen retratar cada vez que se hable de él. Escobar no mataba por diversión o por satisfacer impulsos sicopatológicos. Escobar mataba, y mataba sin considerar que fuera gente inocente, por una serie de objetivos muy concretos.Si secuestraba a otros narcotraficantes y a sus familiares era para quedarse con su dinero. Si asesinaba a ministros y a candidatos presidenciales era en retaliación a sus posiciones en favor de la extradición. Si estallaba un avión en vuelo y sembraba con bombas las ciudades era para doblegar el respaldo de la sociedad al gobierno y obligar a una salida negociada con el Cartel de Medellín.Comprender las motivaciones de la violencia no justifica a Escobar, mucho menos lo hace ‘bueno’, pero permite comprender varios asuntos importantes que han sido conveniente y deliberadamente acallados. Lo más cómodo fue culpar de todo a la locura asesina de Escobar para que muchos culpables verdaderos siguieran impunes y ciertos sectores de poder pudieran mantener sus privilegios.El asunto más evidente es que las fuerzas de seguridad se aprovecharon del apremio de eliminar a Escobar para cometer todo tipo de injusticias. La de Jubiz Hazbún, quien pagó cuatro años de cárcel solo para celebrar la diligencia del General Maza Márquez, es solo la más emblemática. Existen muchas otras. Las sindicaciones y capturas en el caso de Bernardo Jaramillo y Guillermo Cano así implicaran a miembros del Cartel no correspondían a los verdaderos culpables. ¿A quién se estaba protegiendo? ¿Eran solo falsos positivos para impresionar al gobierno y a la sociedad?Al día de hoy es claro que Escobar no tuvo que ver con los asesinatos de la Unión Patriótica. Las fuerzas de seguridad usaron su imagen para exculparse a ellos mismos y a un sector del narcotráfico y de las élites. De hecho, varios dirigentes de la UP fueron escoltados por los asesinos de Escobar para reunirse con él. El motivo de la reunión era que mediara con los Castaños y los paramilitares del Magdalena Medio, quienes paradójicamente eran socios del DAS. No hay que olvidar que el paramilitar que mató a Pardo Leal fue el mismo que mató a Galán.Pero el asunto que más ha sido acallado con la imagen de ‘asesino sicópata’ es el de la articulación de los motivos de su violencia con complejos procesos sociales. Escobar no era un bandido solitario, ni era el jefe de una simple banda delincuencial. Escobar pudo declarar la guerra al estado porque convirtió el resentimiento social de las barriadas de Medellín en una organización poderosa capaz de competir con la fuerza pública. Esta organización involucraba a los jóvenes como los guardianes de una comunidad y de un territorio que ahora se convertía en un territorio vedado para el estado.¿Qué demandas sociales satisfizo Escobar para que muchos sectores en Medellín tomaran partido por él y no por el estado? ¿Fue todo producto de un nuevo clientelismo con dólares a montones o hubo procesos de reivindicación social más profundos? A veinte años de su muerte es hora de superar la imagen simplista del asesino enfermo y tratar de indagar cómo un bandido logró encauzar sus aspiraciones de poder con una serie de cambios sociales que nadie supo comprender como él.